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Diccionari de butxaca
Inga
El inga alcoyano no guarda relación con el nombre femenino propio habitual de muchachas en flor de la lejana Escandinavia
Fernando Lázaro El Carreter - 08/11/2016
Inga

Pese a que pueda parecer lo contrario, el inga alcoyano no guarda relación alguna con el pueblo quechua del mismo nombre cuyos territorios se encuentran situados al norte de Colombia, en el departamento de Putumayo, ni con la protagonista femenina de la película erótica sueca ‘The Seduction of Inga’ (1971) que, en su día, se publicitó con esta apasionante sinopsis: ‘Después de que su novio la abandonara, Inga solo puede buscar el amor de otro hombre que satisfaga su cuerpo y alma’.

Tampoco con el nombre propio femenino,  habitual de muchachas en flor de la lejana Escandinavia, cuya festividad se celebra el día de todos los Santos. De hecho el inga alcoyano no guarda relación con nada que este más al norte del pantano de Beniarrés, ya que se trata de una interjección impropia con carácter imperativo similar al ¡venga! castellano o al ¡vingui! catalán que por la llamada ley del ahorro consonántico alcoyano, en un momento dado perdió la v, quedando reducida a inga; y que se utiliza tanto para dar ánimo (inga que la vida és dura però després et mors) incredulidad (inga, puja aquí i veuràs París) o prisa (au, inga que es fa tard)

Es precisamente en este último sentido de animación donde el inga alcoyano se muestra más creativo al disponer de variantes compuestas como: ingava (¡venga, va!) ingamon (¡venga, vamos!) o ingamone (¡venga, vayámonos!) que no se sabe si tienen más éxito consiguiendo meter prisa o evocando a orondas matronas nórdicas en el momento de preparar el apetitoso kiviaq, un guiso a base de pájaros podridos curados dentro de la piel de una foca, que le dice ‘gos fes-te enrrere’ a la tradicional casquería alcoyana.

OJO AL CRISTO QUE ES DE PLATA. Semejante o parecido resultado al inga es el que se produce con la segunda persona del singular del imperativo del mismo verbo venir o vindre que al prescindir de la v – por la ya mencionada ley del ahorro consonántico alcoyano – queda reducido a ine, que tanto puede referirse a un deseo u orden (¡ven!), a una forma coloquial o cariñosa del nombre de la virgen romana Inés que sufrió martirio y persecución, que al Instituto Nacional de Estadística (INE)  

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