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Cultura
50 años tejiendo la magia
El álbum “Qualsevol nit pot sortir el sol”, de Jaume Sisa, cumple medio siglo consolidado como una pieza clave de la historia del rock nacional
Javier Llopis - 04/02/2025
50 años tejiendo la magia

Plaza Nueva de Sevilla, primavera de 1975. Hacemos un descanso del paseíllo de los miércoles, nos sentamos en un banco y los cuatro amigos de la Universidad Laboral nos arremolinamos en torno a un transistor. Empieza el “Para vosotros jóvenes” de Carlos Tena, programa de RNE de escucha obligatoria. Eran los tiempos lejanos en los que no existía ni el sueño de internet; eran los tiempos lejanos en los que la radio representaba la única forma de acceder a las últimas novedades musicales. Con grandes aspavientos de entusiasmo, el locutor presenta un tema de un cantante absolutamente desconocido para nosotros, Jaume Sisa. Es una canción en catalán que se titula “Qualsevol nit pot sortir el sol”. Suenan unas notas de piano, entra a cantar un tipo con una extraña voz de cabra y poco a poco se va tejiendo la magia. Palabra a palabra, nota a nota, se va creando una atmósfera surreal y lírica que rompe con todo lo que habíamos escuchado hasta la fecha. Llega el final con aquello de “T’esperem, hi ha lloc per tots. El temps no compta ni l’espai… Qualsevol nit pot sortir el sol”. Nos quedamos como si nos hubiera pasado un camión por encima, conscientes de que acabamos de escuchar algo muy hermoso y muy especial. Aquella composición musical, que parecía venir de otro mundo, transitaba por los terrenos de la absoluta libertad creativa y con poco más de 5 minutos de duración convertía en basura inservible el espectáculo pelmazo y hortera del pop nacional en una época en la que un Franco renqueante todavía presidía concentraciones patrióticas. Han pasado 50 años de aquello. Los tipos que asistimos al milagro sentados en una plaza sevillana estamos más calvos, más gordos y más cínicos; lo cual no impide que una corriente de emoción nos suba por la columna vertebral cada vez que nos adentramos en este viaje musical de fantasías de tebeo y de sueños de hippy antiguo.

Superado aquel momento iniciático, fuimos descubriendo que el tal Jaume Sisa era un señor de Barcelona, melenudo y con gafas de culo de vaso, que se salvó de una vida de agente de seguros gracias al éxito de este disco. Averiguamos que detrás de esta demoledora canción había un LP no menos demoledor, en el que se incluían temas de la talla de “El setè cel”, “Maria Lluna” o “El fill del mestre”, todos ellos impregnados por los mismos efluvios mágicos que la composición que le daba título al álbum. A lo largo de 1975, la caratula de aquel disco –una manipulación gamberra/pop de una vieja postal de las fuentes de Montjuic- se fue haciendo una presencia imprescindible en las colecciones de los más enteradillos en cuestiones musicales. De forma lenta, pero inexorable, el “Qualsevol nit…” daba los primeros pasos hacia la gloria hasta convertirse en un clásico incontestable. Jaume Sisa edificaría una gran obra, pero aquel disco marcaría para siempre su momento de mayor altura creativa y su más perfecta conexión con el público.

Se cumple medio siglo de la publicación de este disco y es un buen momento para repasar su su importancia y su peso histórico. “Qualsevol nit pot sortir el sol” es una obra innovadora que abrió caminos en su época. Su influencia está claramente presente en buena parte del pop y el rock catalán. Como los grandes discos de Dylan, estamos ante una pieza canónica destinada a marcar estilos y a renovar las formas. Cincuenta años después, su reflejo todavía se puede entrever en las propuestas de los grupos y compositores catalanes más punteros.

Mientras la prensa catalana le dedica al aniversario minuciosos trabajos y cumplidas entrevistas, en el resto del país se ignora radicalmente la existencia de una pieza musical de esta envergadura. No debería de sorprendernos, pero nos sorprende. Periódicos que dedican sesudos reportajes a cualquier banderillero de la Movida Madrileña, desprecian a una figura de primer rango como Jaume Sisa.

El motivo, el de siempre: cantar en catalán sigue siendo una forma perfecta para conseguir el desprecio de los grandes estamentos del poder cultural de este país. Pasan los años y la puñetera periferia sigue siendo sospechosa en esos cenáculos madrileños en los que se corta el bacalao.

Ellos se lo pierden, por gilipollas.

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