FEBRERO. El cielo gris plomizo y la niebla empecinada por tapar las montañas y una triste llovizna se encarga de filtrar la humedad hasta el alma.
MARZO. Sale el sol y no lo noto, sigue la humedad en el alma. Los avatares nos llevan y nos traen, sin notar apenas el amanecer, el atardecer. La mirada de los hijos, el calor de nuestra piel al fundirse en un abrazo.
ABRIL. La primavera asoma, como queriendo borrar el quejido que pugna por salir de nuestras gargantas, y ni el rocío de las montañas, logra limpiar nuestras lágrimas.
MAYO. Huele a flores, a campo, las mariposas revolotean buscando el néctar de la flor, y, ese olor se ve mezclado por el sabor a hiel que no te permite ni asomar la sonrisa a los labios.
JUNIO. Hace calor, mucho calor, todo bulle en nuestro interior, las ideas, el miedo, el dolor, la angustia, la esperanza, nuevamente el calor, la cabeza se abotarga.
JULIO. Las mañanas son frescas. El sol apenas caliente como una caricia. El anhelo por el buen fin, se mezcla con el miedo del presente, las lágrimas no nos dejan ver el sol, ni tampoco las estrellas.
AGOSTO. Soy tu cayado y tu pastor, tu mano y tu voz, tu sonrisa y tu esperanza. Te siento más mío y el dolor nos funde más en ese abrazo al que nos lleva la amargura.
SEPTIEMBRE. Me llevas fundida a ti. Te agarras a mi hombro y tu mano es fuerte, como buscando que mi energía pase a ti a través de la piel, te quiero con toda mi alma.
OCTUBRE. Cantas y al cantar tus pensamientos alejas, sonríes y al sonreír brillan tus ojos picarones como pensando que un día no lejano dejarás el bastón y correrás por los campos como antaño.
NOVIEMBRE. Una nueva sombra se desliza por la casa, envolviéndola, abrazándola, ahogándola. El bastón sigue siendo tu compañero, anda fundido a ti, igual que el amor que repartes por doquier.
DICIEMBRE. Hablas poco, sonríes poco, miras mucho, como abrazando cuanto te rodea. Necesitas silencio, tu mano ya no es fuerte cuando coges la mía. Al decir que me quieres, es más un susurro que una voz, y sin saber por qué ni cómo, te vas en silencio, como has vivido: sin alborotos, pacíficamente, suavemente, dejando una estela de bondad, alegría y amor, que será tu semilla para los que hemos tenido la dicha de convivir contigo y haberte amado.