Federico García Lorca, además de poseer una clara musicalidad en la gran variedad de su poemario y ser, sus escritos, los más utilizados para ser transformados en forma de canción por el mundo del flamenco, tuvo una grandísima amistad con el compositor nacionalista Manuel de Falla (1876-1946). Ambos, movidos por el inmenso placer de lo ‘jondo’ unieron sus caminos para realizar distintos proyectos de una fuerza cultural que, hoy en España, no tendría cabida.
Falla se trasladó a Granada en el año 1920, pero en verano de 1921 se instaló en una vivienda próxima a la Alhambra. Fue allí, donde tuvo lugar el primer contacto entre el poeta y el compositor, en esos momentos de intimidad compartieron su pasión por la música, lo jondo y los títeres. También, en ese verano Manuel de Falla empezó a frecuentar el café ‘Alameda’, lugar de tertulias literarias y foco cultural de la granada y la Andalucía de principios del XX. Alli, se reunían desde Ismael González de la Serna, pasando por Constantino Romero Ruiz hasta los dos hermanos Lorca.
La vida cultural de Lorca giró, en esta etapa, entorno a la figura de Falla y El Rinconcillo, nombre que dieron a este grupo de eruditos debido al lugar que ocupaban en el interior del café. De este ambiente y, más concretamente de la imagen del poeta y el compositor, nacerá en Junio de 1922 el primer concurso de Cante Jondo en el que, se tenía como finalidad, marcar una clara diferencia entre este cante y el flamenco, resaltar la antiquísima tradición y el bagaje de lo jondo. Toda esta visión que Falla tenía en cuanto a lo tradicional tanto musical como en lo literario fue absorbido sin ningún prejuicio por el poeta granadino bajo la premisa ‘de lo local a lo universal’.
Lorca, utilizó en su poemario del Cante Jondo variedad de coplillas tradicionales movido por el espíritu musical de Falla, que también las utilizó en variedad de sus composiciones.
De esta amistad nacida desde la admiración, más por parte del poeta que del compositor, vería la luz la idea de crear un teatro ambulante que se denominaría Los Títeres de Cachiporra, pero este teatro no llegaría más lejos de lo que se pudo presenciar en casa del poeta en la festividad de los Reyes Magos del año 1923. Esa noche, con Falla al piano, se representaron distintos cuentos populares andaluces como La niña que riega la albahaca y El Príncipe preguntón. También, según Lorca, se realizó la primera representación en España de La Historia del Soldado de Igor Stravinsky, reconocido compositor ruso.
Entre finales de 1922 y principios de 1923, Lorca y Falla, empezaron a colaborar en una opereta lírica bajo el título de Lola, la comedianta. En ella, se cuenta la historia de una luna de miel en la que la pareja decide engañar, de una forma algo cómica, a un melancólico marqués de principios del siglo XIX. Esta obra, nunca llegó a acabarse y, en la actualidad, se representa bajo formato de teatro musical; se desconocen las causas de por qué jamás se terminó de escribir tanto literaria como musicalmente, y no seré yo el que especulará acerca de una ruptura de su amistad.
Queda más que claro que Federico García Lorca tuvo una gran voz en su interior que le empujaba a tratar con la música y, más que esto, a relacionar la música de sus raíces con sus ideas literarias que, puedo creer, no fueron pocas.