En este puñetero mundo no hay nadie que cante como canta Silvia Pérez Cruz.Cualquier intento de colocarle una etiqueta está condenado al más sonoro de los fracasos, ya que choca con una realidad incontestable: la cantante catalana no se parece a nada, es un fenómeno musical único que transita por las salas de conciertos de toda España armada con una libertad creativa absoluta y esgrimiendo una capacidad asombrosa para conectar con los rincones más sensibles del público.
Silvia Pérez Cruz hace flamenco, hace rock, maneja con destreza las claves del jazz, no tiene inconveniente en hacer viajecitos por la cançó catalana, hace sus incursiones en la música sudamericana, se descuelga cuando le apetece como una cantautora potente y si el cuerpo se lo pide, se atreve con el mismísimo Leonard Cohen. Coge todos los géneros, absorbe la sustancia y se los lleva a su propio terreno: un universo lírico y personal, en el que su voz (un don de la naturaleza dotado de una musicalidad imposible de definir) consigue que todas las canciones suenen como algo diferente, como algo absolutamente propio.
Si a esa brillantez artística le añadimos una naturalidad desbordante, capaz de convertir un concierto multitudinario en una especie de encuentro íntimo con el público, el resultado es espectacular: Silvia Pérez Cruz es, sin ningún género de dudas, uno de los personajes más destacados del actual panorama musical español. Sus recitales son por méritos propios una de las propuestas más sólidas y atractivas con las que se puede encontrar un espectador en unos tiempos en los que conceptos como autenticidad y originalidad parecen haber desaparecido de una escena musical dominada por un eterno sota, caballo y rey de postureos y de composiciones prefabricadas.
Sin grandes campañas de promoción, recurriendo al siempre efectivo y fiable boca oreja (¡vé a ver a esta chica, canta como Dios…¡), Silvia Pérez Cruz llena teatros con un público fiel, capaz de meterse unos cuantos centenares de kilómetros entre pecho y espalda con tal de asistir a una de sus actuaciones. El pasado sábado cerca de un millar de espectadores flotamos con su música en el Teatro Calderón de Alcoy y durante dos horas hicimos un emocionado viaje por un camino musical en el que las canciones están construidas con el mismo cariño con que se hacen las más delicadas piezas de orfebrería.