Como su propio nombre indica, las obras de arte irrepetibles tienen una pega principal: no se pueden repetir. Los que acudan a ver “Tiempo después” con el deseo de asistir a una segunda parte de “Amanece que no es poco” están condenados a acabar decepcionados. La última película de José Luis Cuerda no es aquella obra maestra del surrealismo mesetario, que para muchos fanáticos supuso una de las cumbres de la cinematografía española. La última película de José Luis Cuerda es otra cosa; una pieza mucho menos redonda, pero igualmente repleta de humor del bueno; un encantador juguete cinematográfico, que le ofrece al espectador una inagotable ración de aromas “amanecistas” con los que se acaba pasando un rato muy divertido.
De Albacete al mundo. El humor de José Luis Cuerda sigue igual de vivo treinta años después de firmar “Amanece que no es poco”. Esa maravillosa mezcla de discursos grandilocuentes y de chascarrillos localistas continúa perfectamente engrasada y conserva íntegra su capacidad para reírse de las solemnidades hasta convertirlas en el más patético de los ridículos. “Tiempo después” es una oportunidad que no deben perderse los que disfrutan con las delirantes diatribas del director manchego. Estamos ante una nueva colección de esos enrevesados parlamentos en los que los personajes divagan sobre lo divino y lo humano en una espiral imprevisible, que se sabe dónde empieza pero nunca dónde acaba.
Generales de la Guardia Civil, almirantes de secano, barberos asesinos, alcaldes “arrajoyados”, jóvenes nihilistas, proletarios miserables, conserjes omnipotentes y hasta el mismísimo Rey de Bastos componen el desfile de los monstruos de una película llena de instantes mágicos. Si “Amanece que no es poco” funcionaba como un perfecto mecanismo de relojería; “Tiempo después” presenta algún que otro hueco narrativo, pero mantiene alto el pabellón de un cine que hunde sus raíces en el mejor Berlanga y que recoge el testigo siglos de tradición del humor absurdo.
Como en toda película coral, hay que hablar de los actores. La obligada ausencia del imprescindible Luis Ciges se compensa con un monumental Miguel Rellán: sólo por su actuación vale la pena pagar el precio de la entrada. A falta de Resines, tenemos a un Carlos Areces que se sale en su interpretación de un riguroso e insobornable burócrata. Para el capítulo de descubrimientos queda el actor César Saratxu (el inolvidable Bernardo de Cámera café), que protagoniza algunos de los momentos más hermosos de la película. Como manda la tradición, la última obra de Cuerda es un extenuante desfile de actores de carácter, en el que cada uno da lo mejor de sí mismo.
“Tiempo después” no es “Amanece que no es poco” y ni puñetera falta que le hace. En estos tiempos de censuras soterradas, de correcciones políticas asfixiantes y de epidemias de intransigente estupidez se agradece que alguien nos ofrezca la posibilidad de reírnos hasta de lo más sagrado. Y lo que es humor…aquí lo hay de sobra, en cantidad y en calidad.
Le falta el pueblo, un pueblo es un escenario bien conocido y estructurado que unía toda la película de Amanece que no es poco, el edificio y el poblado de los parados no es lo mismo, son escenarios bien pensados pero poco reconocibles para el espectador por lo que se nos hace más cuesta arriba encajar las relaciones y las historias….