El hallazgo se realizó durante una de las habituales caminatas per el espacio exterior que realizan los astronautas de la Estación Espacial. Con unos bastoncillos de algodón tomaron muestras de la carcasa externa de la nave, especialmente de la zona donde se acumulan los desechos de combustible y restos de salmorra que se generan cuando los motores están operativos o en lugares donde la superficie de la estación es más oscura.
Pese a que el análisis de las bacterias ha determinado que no suponen ningún peligro para los habitantes de la estación espacial desde la aparición de estos microorganismos los tres ocupantes del módulo ruso el comandante Ponchov Elanov, el ingeniero de vuelo Raskov Elkesueniz y el piloto Ivan Tresketechov han comenzado a experimentar algunos cambios de conducta.
Por ejemplo, desde el traslado de las bacterias a la estación espacial, los tres tripulantes se sienten ‘més amics dels seus amics’ a la vez que encuentran el habitáculo un lugar más ‘emblemático, emotivo y entrañable’. También al mirar por la ventana ante la visión de cualquier galaxia, no es extraño que exclamen al unísono ‘Xe, açò no s’ha vist mai!’
Tampoco es extraño – siempre según la información facilitada por el control de la misión – que al finalizar una órbita completa a la Tierra alguno de ellos profiera emocionado ‘Ara ja puc morir-me’; que en sus comunicaciones con la base ocupen la posición ‘colze a colze companys’ (que aparece en la imágenes) que den novedades al ritmo de un suave balanceo mientras alguno de ellos tararea quedamente ‘lalielo, lalielo’ o que finalicen sus transmisiones en lugar de con el habitual ‘cambio y corto’ con la extraña formula: ¡Visca Sant Jordi!