Eduardo Torres-Dulce, Fiscal General el Estado, demostró su buena voluntad al visitar las tercermundistas instalaciones de la Fiscalía en los juzgados de Alcoy. Sin embargo, también demostró su credulidad al afirmar, en referencia de la Generalitat Valenciana, que “se me prometió que se iban a adoptar las medidas pertinentes para corregir las deficiencias de la Fiscalía”.
Como hombre con una larga carrera en los tribunales, el máximo dirigente de los fiscales españoles debería saber que creerse los compromisos de un conseller de Justicia valenciano es una demostración de ingenuidad inexplicable para un alto cargo judicial, que tiene que lidiar cada día con auténticos profesionales de cuento chino y del chanchullo.
Torres-Dulce debería tomar ejemplo de los alcoyanos; unos tipos curtidos en mil tomaduras de pelo, que cada vez que vemos a un conseller de Justicia prometiendo cosas, echamos a correr rápidamente, con la mano perfectamente colocada sobre nuestras carteras.