Es otra historia alcoyana. Es otro de esos tristes relatos en los que esta ciudad pierde una pieza emblemática de su patrimonio en medio de la indiferencia general. Aquí, junto al puente del Viaducto, hubo una vez un teatro; una hermosa bombonera en la que durante casi un siglo se cocinó la efervescencia cultural de un Alcoy hiperactivo y lleno de creatividad. Era el Teatro Circo. Paco Grau nos cuenta con sus fotografías la agonía final de un recinto que lo fue todo y que ahora es historia.
Para cualquier alcoyano de menos de 40 años de edad, el Teatro Circo es un espacio inexistente cuyas únicas referencias sólo aparecen de vez en cuando en las batallitas nostálgicas de los más mayores. Hay que hacer un esfuerzo para explicarles a los más jóvenes que en el tramo final de la calle Gonzalo Barrachina, donde hoy hay un edificio de pisos, hace sólo 31 años se levantaba un coqueto teatro con más de mil plazas del que hablaban maravillas los teatreros y los músicos de toda España. Hay hacer un considerable esfuerzo para explicarles a los más jóvenes que esta infraestructura cultural fue levantada con el esfuerzo de la sociedad civil alcoyana y que después se fue al garete sin que nadie tenga claras las causas de su desaparición y sin que en la ciudad se produjera ni la más mínima protesta. El Teatro Circo simplemente se volatilizó, desapareció de nuestras vidas y pasó a engrosar la interminable lista de víctimas de lo que pudo ser y no fue.
El Teatro Circo abrió sus puertas en 1903, impulsado por la Sociedad El Trabajo, y las cerró definitivamente en 1985. Durante 82 años, por su escenario pasaron las mejores compañías teatrales del país y destacadas formaciones musicales de todo el mundo. Fue el crisol en el que se gestó el boom teatral alcoyano que convirtió a esta ciudad en un punto de referencia nacional. Fue modesto cine de programa doble en los días más difíciles y asumió con autoridad el papel de eje social de una ciudad, que celebraba en este recinto todos los grandes acontecimientos. Las esplendorosas representaciones de Els Joglars, los estrenos de La Cazuela o los recitales de una incipiente nova cançó forman parte de la educación sentimental de esos miles de alcoyanos que ya hace años que han cruzado la barrera de la cincuentena.
El triste final de este recinto teatral, que aparece retratado en las fotografías de Paco Grau, es una confusa historia de piquetas, rehabilitaciones frustradas, presupuestos millonarios y decisiones contradictorias. Es un vía crucis que se prolongó entre 1985 y 1992, que nos dejó para el recuerdo un catálogo doloroso de imágenes deprimentes. El teatro se fue muriendo delante de nuestras narices, hasta que llegaron las excavadoras y levantaron un moderno edificio de viviendas, borrando así hasta la última huella del delito.
Hubo un día en el que esta extraña ciudad llamada Alcoy tuvo un magnífico teatro, un hermoso espacio escénico por el que fluía la vida y la cultura. Hoy, el Teatro Circo es pasto del olvido y duerme el sueño eterno en un mundo polvoriento de fotografías en blanco y negro.