En sus tiempos de gloria fue la Milla de Oro y ahora es algo parecido al bulevar de los sueños rotos. El golpe brutal de la pandemia, la competencia del comercio online, la fuga del grupo Zara y la crisis general de las franquicias han convertido la Alameda de Alcoy en un paisaje desolador de persianas bajadas y de carteles de “se alquila”. La principal arteria comercial de la ciudad se muere a una velocidad de vértigo.
En su día, esta gran avenida fue la gran beneficiaria de la crisis del casco histórico. El cierre de tiendas en el centro se veía acompañado por la apertura de nuevos establecimientos en esta calle. Los urbanistas hablaban de un desplazamiento del eje comercial, parecido al que han vivido otras ciudades como Alicante con la llegada del Corte Inglés y el boom de Maisonnave. Los precios de los alquileres se disparaban. La llegada del grupo Inditex se convertía en un atractivo añadido muy potente que convertía a la Alameda en una vía noble, que atraía a visitantes de toda la comarca. Con algo de cinismo, un político de la época no dudaba en afirmar que “han hecho más por la comarcalización las tiendas de Zara, que todas las mancomunidades juntas”.
Era el periodo de esplendor, cuando había auténticas bofetadas para conseguir un espacio en este gran escaparate urbano y nadie regateaba los escalofriantes precios de los alquileres. Franquicias y comercios emblemáticos de Alcoy se ubicaban en la Alameda, una vía urbana por la que en las fechas importantes del calendario comercial se formaban grandes multitudes de compradores. La situación de vacas gordas alcanzó tales proporciones, que incluso se plantearon proyectos para aprovechar las sinergias de este gran complejo de tiendas. La reurbanización de la calle Entenza es una vieja iniciativa que tiene como objetivo fundacional convertir esta calle secundaria y maltratada en un bulevar suplementario para acoger a aquellos que no habían conseguido sitio en la Alameda.
La llegada de la crisis económica de 2008 y la progresiva introducción del comercio a través de internet empezaron a desinflar esta gran burbuja comercial. Poco a poco, se fue produciendo un goteo de cierres, mientras los supervivientes tenían que hacer grandes esfuerzos para continuar. Este dramático fenómeno se aceleraba con la llegada de la pandemia y en estos días de la tercera oleada resulta deprimente darse un paseo por esta vía urbana, en la que decenas y decenas de comercios han decidido tirar la toalla. Al contrario de lo que pasó en el centro, las tiendas ahora no se trasladan a ningún sitio: simplemente desaparecen.
Resulta imposible no pensar que detrás de todos estos letreros de “se alquila” y «liquidación por cierre» hay un puñado de proyectos personales y empresariales que han acabado en naufragio y frustración. La veloz decadencia de la Alameda tiene su cara humana y nos cuenta las dificultades de un sector de la economía local, el del comercio, que ha sufrido como ningún otro los efectos de las sucesivas crisis.
Al margen de las situaciones individuales, este paisaje de persianas bajadas nos coloca a todos, a los políticos primero, ante la necesidad inaplazable de revisar el modelo de Alcoy como una ciudad de servicios, en la que turismo y comercio estaban llamados a jugar un papel importante en la reactivación económica. La caída en picado de esta gran vía comercial es un síntoma de que algo no funciona bien en el mecanismo económico de esta ciudad. Aunque hay causas estructurales, que afectan a los comercios de todo el mundo, también hay una serie de elementos estrictamente locales que han contribuido a llegar a esta situación.