Llega el fin de semana y Benilloba registra una insólita afluencia de visitantes. Todos hacen la misma pregunta ¿sabe usted cómo puedo ir al Moli del Salt?. La noticia ha corrido como la pólvora desde que la sucesión de lluvias intensas de este invierno atípico ha dotado de vida un escenario rural, que acumulaba décadas de abandono. Todos vienen con un mismo objetivo: contemplar el espectáculo del agua, la poderosa imagen de esta gran catarata, que ha se ha visto reflejada en un impactante reportaje fotográfico de Paco Grau.
El fenómeno se ha reproducido en muchos rincones de la comarca. Fuentes, cascadas, albuferas y ríos poderosos ha ido surgiendo como por arte de magia en lugares que hace solo unos meses era un puro secarral. Los sucesivos temporales de este invierno han batido records climatológicos y han cambiado nuestro paisaje. La identificación del agua con la vida es la base de la que parte este inédito turismo climatológico. A todos se nos encoge el alma ante la contemplación del agua en todo su poder. Hay una emoción atávica que impulsa a miles de visitantes a recorrer nuestras montañas cada fin de semana buscando estos espectáculos fugaces, con la secreta ambición de asistir a un momento histórico e irrepetible.
En el caso de Benilloba, los atractivos se ven acentuados por la existencia de un hermoso resto de patrimonio industrial. El viejo molino, ubicado junto al salto del río Frainos, remonta sus orígenes a finales del siglo XIX. Nació para moler harinas, pero posteriormente sirvió para traer suministro eléctrico a localidad. Viejas fotografías de 1902 nos recuerdan que su puesta en marcha fue todo un acontecimiento social.
Ahora, el Ayuntamiento de Benilloba ha iniciado los trámites para que el conjunto sea declarado por la Generalitat bien de relevancia local. Se trata de conservar esta joya patrimonial que recoge parte de la historia del pueblo. Una joya patrimonial que ha vuelto a la vida gracias al efecto mágico del agua.