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En la ciudad de los muertos
Javier Llopis - 28/10/2015

Es la ciudad de los muertos. Un mundo silencioso y lejano al que cada año acudimos para rescatar el recuerdo de los que se han ido. El cementerio de Alcoy es un universo pétreo y callado, que a lo largo de más de un siglo se ha convertido en el reflejo de una sociedad; de sus diferencias sociales, de sus distancias ideológicas y hasta de su cultura. Es una joya arquitectónica, que incluso ha conseguido consolidar a su alrededor un exitoso programa de visitas turísticas guiadas. Paco Grau hace su versión personal de este espacio sorprendente y único.

Construido entre finales del siglo XIX y principios del XX , el actual cementerio es un auténtico tratado de disciplinas y corrientes artísticas: desde clasicismo a Art Noveau, neogótico, neoegipcio, modernismo, racionalismo o eclecticismo historicista, entre otros. Pero además, este recinto es un reflejo fiel de cómo se organizaban las ciudades en la época industrial y de las marcadas distancias entre las diferentes clases sociales. Desde los grandes panteones de la burguesía a los recintos para el clero, el reservado para las religiosas, el cementerio civil, la parcela para los militares, las fosas, los nichos y las sepulturas comunes. Incluso ya a finales del siglo XX, el mapa se completó con un Cenotafio para albergar los restos de alcoyanos ilustres (edificado sobre el antiguo osario y donde se depositan, entre otras, las cenizas de Ovidi Montllor).

Un paseo por este recinto nos sitúa ante un catálogo inagotable de arquitecturas fúnebres, en el que durante más de cien años se han reflejado las peculiaridades de Alcoy y de sus gentes. Es un cosmos particular en el que hay espacio para todo: para las obras monumentales y para los pequeños detalles. Alrededor de la muerte se crean y se renuevan las estéticas y los mensajes. El homenaje a los muertos y el recuerdo a los que han fallecido se expresa de mil maneras diferentes, que nos dejan un poso inevitable de poética melancolía.

Ángeles de piedra con la mirada puesta en el cielo, viejas fotografías medio borradas por el paso del tiempo, flores marchitándose junto a una fecha en letras doradas, inquietantes galerías subterráneas, modestas cruces de madera clavadas sobre el suelo y mayestáticos panteones recortándose  poderosos sobre el horizonte. Ese es el paisaje de nuestro cementerio; un compendio contradictorio y anárquico de manifestaciones de dolor y de nostalgia en el que los habitantes de esta ciudad han dejado grabada la huella de los años y de las ausencias.

Llega el mes de noviembre y los alcoyanos se reencuentran con el ancestral rito del homenaje a los muertos. Durante unos días, este escenario tranquilo verá desfilar multitudes cargadas de flores y de añoranzas. Estas aglomeraciones pasarán con rapidez y poco a poco volverá el silencio de siempre.

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