La Rambla no es una calle; la Rambla es un mundo. Desde la Plaza de Cataluña hasta el puerto, este gran bulevar urbano ha visto pasar la Historia y los acontecimientos más duros sin ceder ni un ápice de su razón de ser, que no es otra que la de ejercer de gran foro ciudadano de una vieja ciudad mediterránea llamada Barcelona. Como miles de sucesos trágicos a lo largo de los años, el atentado terrorista del pasado mes de agosto dejó su huella de heridas en este crisol de imágenes y de personas.
Como en miles de ocasiones a lo largo de los años, este paseo ha mostrado una singular capacidad de supervivencia y ha recuperado sus señas de identidad imponiendo su normalidad cosmopolita a la muerte, al dolor y a la locura humana.
La cámara fotográfica de Paco Grau se ha paseado por la Rambla a los pocos días de que un atentado terrorista convirtiera esta calle en un apocalíptico escenario de tragedia, reproducido por todas las televisiones del mundo. Por delante del ojo del fotógrafo desfila una historia de contrastes, en la que comparten espacio las heridas de la tragedia y la recuperación lenta pero inexorable de la cotidianidad. Pequeños altares en recuerdo de las víctimas, gestos de emoción apenas contenidos y una omnipresente vigilancia policial nos cuentan que en este entrañable espacio urbano ha pasado algo muy grave y muy doloroso. Al mismo tiempo, las fotografías de ríos de gente y de los inevitables personajes atrabiliarios nos demuestran que el espíritu ramblero sigue intacto, que el golpe del terrorismo ha sido rápidamente asimilado por una calle que está acostumbrada a ver desfilar entre sus adoquines las guerras, la revoluciones, la gloriosas celebraciones de las victorias y el amargo trago de las derrotas.
Estamos ante un espacio urbano especialmente potente, que cada año atrae a millones de turistas de todos los lugares del mundo. La Rambla es un paisaje en el que se resumen las mejores virtudes de eso que hemos dado en llamar la mediterraneidad: democracia, espíritu abierto a todas las gentes y a todos los pensamientos, cosmopolitismo y universalidad. Estamos ante un material ideológico y humano absolutamente indestructible. El tiempo nos ha demostrado que en este mundo no hay fanatismo que pueda con él. Frente al dolor y frente a la violencia sin sentido, la Rambla sigue su camino y nos muestra su mejor cara: la de la vida.