Durante un largo periodo de tiempo, el que duró la demolición y posterior urbanización del colegio de La Uxola, esta señal ocupo un lugar privilegiado en la confluencia de las calles Pintor Cabrera y Francesc Perera.
De hecho habría que decir está multiseñal ya que contenía variados mensajes de advertencia como: el de un peligro indefinido que se definía dos imágenes más allá, el de la limitación de velocidad, un aviso de circulación obligada a los camiones por un determinado carril, el estrechamiento de la carretera y por encima de todo un enigmático mensaje escrito en letras mayúsculas (rojo sobre fondo amarillo) que anunciaba a los conductores: PELIGRO ALICANTE.
La primera pregunta que cabía hacerse era: ¿Por qué hay peligro en Alicante? Es decir, sabemos que hay peligro en Alicante, especialmente desde que está esa alcaldesa que se monta fiestas pijama y que hace el PGOU a medida de su amigo Enrique Ortiz a cambio de un Mini Couper o viajes en jets privados. Pero lo mismo, o peor, pasa en Valencia y que se sepa no hay ninguna señal en el linde de la zona Norte con Cocentaina que diga: PELIGRO VALENCIA. Y lo que es más importante: ¿Qué les importaba a los viajeros la inquina que pudiera haber entre Alcoy y la capital de provincia? ¿Se le ofrecía al visitante esa imagen de convivencia y hermandad (‘tots a una veu germans vingau’) de la que habla el himno regional y que tanto favorece al turismo? ¿Era bonito faltarse así entre vecinos?
¿O es que pudo más el resquemor por aquel viejo y feo asunto del surtidor del Viaducto que supuestamente robó Alicante a Alcoy? ¿O por el hecho de que Alicante tirara en el pasado de la capitalidad para restar comunicaciones y servicios a una ciudad que entonces estaba en condiciones de hacerle la competencia rollo ‘Juego de Tronos’? (En la que los montañeses alcoyanos vendrían a ser los nobles Stark de Invernalia y los alicantinos los malvados Lanister de Roca Casterly.) Quien dice Casterly dice Castillo de Santa Bárbara.
¿O fue todo, acaso, una agresiva campaña del Comercio de Alcoy, diseñada por un avezado experto en marketing, que dado el escaso éxito de los carteles situados a las entradas/salidas de la población aconsejando comprar en la ciudad, decidió dar un paso adelante y colocar subliminalmente este coercitivo mensaje en una de las principales arterias ciudadanas?
Es más que probable que nunca sepamos la verdad. Lo único cierto es que un día, coincidiendo con el final de las obras, el cartel desapareció y con él las suspicacias que generó con nuestros vecinos de la costa. A partir de entonces las relaciones entre alcoyanos y alicantinos volvieron a su cauce. Ni mejor ni peor que antes. Inexistentes, como siempre.