Llevo todo el fin de semana reflexionando sobre los abuelos cabroncetes.
Todo empezó el viernes, cuando un abuelo se paró en medio de la calle, bajó de su coche y acompañó a su mujer al portal. Al cabo de un rato salió del edificio mientras yo seguía esperando en mi coche armada de paciencia. De repente se puso a gritarme que diera marcha atrás porque iba a meter el coche en el garaje, que estaba como diez metros más atrás. Flipando me quedé.
Y la cola de coches que tenía detrás, también.
En la Plaza de España otro abuelete se me tiró delante del coche, y que conste, el paso de cebra lo tenía detrás. Con las rodillas temblando, conseguí reanudar la marcha.
La cuestión es que ya iba con retraso, y con mucho miedo en el cuerpo. Ya sabéis que los abuelos no puntúan alto. Cual fue mi sorpresa, cuando en el semáforo de la Alameda, en rojo para peatones, se me tiraron tres a la velocidad del caracol cansado, dispuestos a pasar por encima de mi 4×4 ignorando el colorcillo del poste.
Si a esto le sumas la vieja del primero que me roba el correo y me deja «anillakos» de oro como prueba dentro del buzón.
Si le sumas el carterista setentón que vació los bolsillos de mi padre en una de las fiestas de mi pueblo.
Si le sumas un abuelo empresario de casi ochenta años, que aún suelta sopapos a sus empleados, o sea, ostias a mano abierta y practica el mobbing en su empresa, de manera desenfadada y malvada, escondido detrás de sus canas.
Si le sumas todas las abuelas que a lo largo de los años se me han colado en el médico, o en el super, porque yo era joven y no tenía nada que hacer.
Pues si haces todo este sumatorio, te da por reflexionar. Todos conocemos a personas indeseables, que conviven con nosotros y nos hacen la vida imposible, jefes insoportables, malos profesionales, malos amigos, ladrones, personitas que son más listos que nadie y no son nuestros cuñados. Pues que lo sepáis, encima, ¡envejecen!
Yo pensaba que estos personajillos desaparecían, pero no, se hacen mayores como nosotros y abuelean pero en su estilo. Ya no son el abuelito adorable que cuida a sus nietos, que cuenta batallitas o recoge en el hogar a sus hijos después del desahucio.
Son abuelitos psicópatas.
Son la tercera edad asesina. Yo que siempre he tenido un respeto y un amor sin fronteras por los abuelitos, sobre todo por eso de la buena onda, haz aquello que quieres recibir y talquetal, ahora me lo pienso. Yo que era de las que los ayudaba a cruzar la calle, o les hacía recados, ahora dudo, porque , sinceramente, mi radar «detecta buelis psicópatas» está averiado y me da miedo caer en las garras de uno de ellos. ¿Pues, cómo te defiendes?
Así que esta semana un consejo y una advertencia:
¡Cuidado con los yayos, que los carga el diablo!
Ya sabes María…»genio y figura hasta la sepultura». ¡Qué triste!