En la serie “Gambito de Dama” el actor Thomas Brodie-Sangster interpretando a uno de los mejores jugadores de ajedrez estadounidense, Benny Watts, un friki que parece un mal imitador de Indiana Jones, le dice a Beth Harmon que la razón por la cual los rusos son los mejores jugadores de ajedrez del mundo es porque se ayudan entre ellos. Y remarca: “juegan juntos, como un equipo, especialmente en los desplazamientos”. En cambio los estadounidenses trabajan solos porque son unos individualistas. Acercándolo al símil futbolístico, el partido del miércoles fue una partida de ajedrez donde ganó un equipo frente a once jugadores individualmente extraordinarios pero colectivamente erráticos y confiados. Los blanquiazules fueron metódicos y ordenados; los blancos, creyéndose superiores, dejaron a su rey en jaque demasiadas veces.
El Real Madrid vino sabiéndose un partido difícil pero no complicado, era fácil prever que el Alcoyano no dejaría espacios y que el campo jugaba a favor del local, pero volvió a infravalorar las capacidades de los equipos de adaptarse y luchar hasta el minuto final. Los pobres estamos cansados de los imposibles y cuando se consiguen derrumbar, el estruendo suena a gesta épica.
El Alcoyano vive en un hype tremendo desde hace una semana pero, como suele ocurrir en la vida, los momentos más importantes no son los más reconocidos, como tampoco lo más caro es mejor. Cabalgamos, desde hace unas semanas, entre lo humano y lo divino. De momento, el partido importante, el encuentro realmente importante, lo ganó contra el Orihuela el domingo. Entre flashes de cámaras se esconde lo trascendental para el Alcoyano: lo mundano. Muchas veces lo verdaderamente importante no es lo que sale en las noticias.
El jueves nos enfrentamos a otro equipo de primera división, el Athletic Club de Bilbao, que será el tercero después de las victorias ante Huesca y Real Madrid. No será lo mismo ante un Athletic mucho más preparado y concienciado sobre los peligros de venir a El Collao y con una tradición copera que le ha llevado a ganar veintitrés trofeos de Copa del Rey y catorce subcampeonatos. Jugarán dos equipos aguerridos, dos equipos a los que separan las trascendencias del partido: al Alcoyano se le exigirá lucha; al Athletic pararle los pies a un equipo de segunda B con el guapo subido y con un héroe involuntario llamado José Juan.
Si hay una cosa más jodida que tener fama es gestionarla bien. Pero el Alcoyano no necesita reivindicarse como un equipo que no es, está muy claro que la competición prioritaria es la liga y que las victorias contra equipos de primera división en Copa del Rey son un vaso de agua en una travesía por el desierto. Pero, mientras tanto, disfrutemos del camino.
El Athletic no será lo mismo. Vendrán Villalibre y su trompeta, que representan toda una filosofía de gestión deportiva engendrada desde la base, desde la modestia, desde el arraigo y el esfuerzo. El Alcoyano jugará su juego y nos hará sufrir, porque no entendemos el deporte sin pasión, sin tensión y sin lucha y, pase lo que pase, habremos ganado más que perdido: Dios aprieta pero no ahoga.
Corre por redes una retransmisión televisada del partido de Copa en inglés, con un apasionado locutor al que le cuesta nombrar correctamente a los jugadores del Alcoyano, cuando Juanan estrella el balón al fondo de la red del Real Madrid el locutor, emocionado, exclama: ALCOYANO, I CAN’T BELIEVE IT!
Está claro que no conocía al Alcoyano y su moral.