Hoy en día ir al Collao supone un acto de fe. Y yo soy agnóstico. No vi ninguno de los dos partidos anteriores al del domingo pero sí leí las crónicas y comentarios en redes. Contra el Hércules la victoria supuso un punto de inflexión, venciendo a un rival directo y, además, al propio Hércules; contra el Cornellà se consolidó la recuperación del Alcoyano.
Era el día de volver a empezar de nuevo, de reencontrarse con la afición en casa. Y vas el domingo al Collao, el frío no acompañaba pero sí la dinámica, y nada más entrar, cuando aún no habían terminado casi los acordes de nuestro triunfal himno, el CD Ebro se adelanta en el marcador. Minuto 1’30». Y se te caen las bolas.
Lo cierto es que de esas situaciones se espera una reacción del equipo, pero daba la sensación de que el mismo partido iba construyendo muros contra el equipo local: el primero a base de una incapacidad para llegar con peligrosidad al área rival a pesar de contar con la posesión; un segundo con el árbitro que perdonó un penalti -si no dos- al Ebro; y un tercer muro con una defensa ordenada y solvente del equipo rival.
No hubo manera. No hubo épica, la afición tampoco la esperó viendo el panorama y así, doblemente derrotados -por el gol temprano y por la incapacidad de reacción- nos fuimos helados por dentro y por fuera, con la sensación de que no hay forma de arrancar en el Collao o, simplemente, que no hay forma de arrancar. Porque lo cierto es que el Alcoyano aún no ha arrancado. Siete victorias, siete derrotas y nueve empates no dan para arrancar. Siempre dando la sensación de que tenemos las cerillas pero nos falta la gasolina, o al revés.
Lo cierto es que no hemos visto un Alcoyano que haga creer, aún, excepto en momentos puntuales y en partidos puntuales. Pero si todo es gris, no seré yo quien obvie los matices: no hubo épica, pero sí jugadores. En plena huida de jugadores -invitaciones a marchar a parte- me esperanzó ver a algunos que siguen partiéndose el callo y que son los que continúan haciéndote creer en este desastre llamado fútbol: Mariano, Álvaro y Galas. Sobre todo los dos primeros. Ninguno estuvo especialmente acertado, pero por ellos no quedó. Fueron mi clavo ardiendo para no marcharme antes del minuto 80.
Pero la paciencia y los clavos van cayendo. Si el fútbol es un espectáculo, en el Collao, domingo tras domingo, vemos una peli de serie B.
No sabemos si lo de las últimas dos semanas fue un espejismo pero, de lo que no hay duda es que, algo pasa en el Alcoyano. El cambio de entrenador fue un impulso pero que parece alcanzó un techo de cristal. Los refuerzos, no cuajan. Y todos asumen un diagnóstico aciago, qué remedio, pero lo peor es que nadie ha dado aún con las causas. Y eso es dramático a estas alturas de la temporada.