La lógica salvaje del mercado identifica la conservación de la Naturaleza con un obstáculo para el desarrollo y con un freno para la prosperidad. Por extraño que parezca, en Alcoy llevamos 10 años de gobiernos de izquierdas (presididos por el PSOE, solo o en coalición) empeñados en darle la razón a los defensores de esta manipulada versión del mundo, más propia del pensamiento neoliberal que de una administración que se autodefine como progresista. El escenario de esta paradoja es la Font Roja; un lugar en el que una movilización ciudadana logró detener un delirante proyecto de hotel impulsado por la derecha; un paraje emblemático, que lleva más de una década empantanado sin que nadie dé un paso al frente para darle un uso social razonable que nos proteja de locuras especulativas en el futuro.
Corría la última legislatura del PP en la Alcaldía. El proyecto para levantar un hotel en el corazón de la Font Roja desató un fortísimo rechazo, ya que la opinión pública lo entendió rápidamente como lo que realmente era: un plan para privatizar el más emblemático de los parajes naturales alcoyanos y para ponerlo en manos de una empresa dudosa, apoyada por la no menos dudosa Diputación de José Joaquín Ripoll. La movilización ciudadana logró parar aquella aventura sin sentido y aquel proyecto frustrado flotó sobre las elecciones municipales de 2011, que se saldaron con una victoria de la izquierda. Aunque no hay datos concretos sobre el asunto, está claro que el parque natural del Carrascal es en Alcoy uno de esos temas políticos sensibles (junto a las Fiestas de Moros y Cristianos) con los que no se pueden cometer torpezas, ya que acaban cobrándose siempre una dura penitencia electoral…y el PP la pagó.
Una de las primeras decisiones de la nueva administración municipal progresista fue la paralización definitiva del polémico plan hostelero, recibida entre aplausos generales. El siguiente paso era diseñar un plan de usos para el corazón del parque natural, que garantizase su rentabilidad social como un bien público y que nos vacunara para siempre contra los delirios urbanísticos. La recuperación de los chalés en ruinas, la revitalización de la zona de paelleros y la dotación de diferentes servicios e infraestructuras sostenibles destinadas a los visitantes eran algunos de los puntos principales de una línea de actuación que ya se ha probado con éxito en múltiples espacios protegidos de toda la geografía nacional.
Y hasta aquí llegó la historia. Ha transcurrido una década y no hemos pasado de las vacías declaraciones de intenciones. Aunque estamos ante una actuación relativamente barata para los estándares que se manejan en la obra pública, la zona permanece en el mismo estado de abandono de siempre. Tras aquellas encendidas polémicas de la campaña electoral de 2011, la Font Roja ha desaparecido progresivamente del debate público. Una vez desplazado el PP del poder municipal, la defensa de este entorno natural ha dejado de tener utilidad política y ha quedado enterrada en el oscuro cajón de los asuntos que no dan votos.
En estos momentos, el tema está justo en el punto que les interesa a los detractores del ecologismo. Estamos ante una situación que parece hecha a medida para aquella gente que piensa que la defensa de la Naturaleza es una lacra izquierdosa, que impide a las sociedades modernas desarrollarse, crear riqueza y generar puestos de trabajo. El desolador aspecto que presenta esta zona del Carrascal es una fotografía vergonzante, que carga de razones a los que piensan que un paraje natural no vale para nada si en él no se construye un gran hotelazo con piscina y campo de golf.
Puede (y no es una hipótesis descabellada con los tiempos que corren) que un día Alcoy tenga un gobierno municipal que se vuelva a plantear la construcción de una infraestructura hostelera en la zona más noble del parque natural, al entender que sería una buena iniciativa para reactivar nuestra economía. Llegado ese momento, no hay que ser un adivino para pronosticar que habrá una inmediata contestación ciudadana. Lo que ya no está tan claro es si ese movimiento de rechazo tendría la misma envergadura que el que en su día logró parar la propuesta del PP. La inoperancia de las autoridades respecto al tema es toda una invitación a la deserción en futuras luchas. Cada día que pasa crece el número de alcoyanos que han llegado a una conclusión simplista pero comprensible: siempre será mejor un hotel que un montón de ruinas.