Primer día de confinamiento. Calles vacías y un tiempo primaveral que impulsa a irse a una Vía Verde vetada por decreto ley y por una ostentosa presencia policial. Primera lección de la jornada: se puede sobrevivir al domingo sin ir al bar a tomarse la caña de rigor, aunque resulta duro y antinatural. Mientras los adictos a la albóndiga de aladroc lloran sus miserias, runners con síndrome de abstinencia hacen maratones por el pasillo de su casa. Los locos se han apoderado de las llaves del manicomio de internet y si uno ve los informativos de la tele más de una hora seguida, acaba sumergido en el llanto incontrolado.
15 de marzo de 2020: “Riu en la esfera la primavera”, pero Alcoy se ha quedado sin Fiestas. Tras la suspensión/aplazamiento de las Fallas, nuestros Moros y Cristianos han caído por su propio peso. Las órdenes vienen de arriba (de muy arriba) y la única capacidad de maniobra que les queda a los poderes locales (políticos y festeros) es la de buscar fechas alternativas. Al grito de “la salud es lo primero” la gran familia festera parece haberse olvidado de todas sus divisiones internas y el desolador panorama nacional hace que asumamos con normalidad una decisión que hace sólo unos días habría provocado una auténtica guerra civil.
Es como el Día del Descanso, pero a lo bestia. Los escasos transeúntes salen a la calle a hacer “mandaos” rápidos y concretos; todos llevan perfectamente preparada su justificación, ya que no saben si se han de enfrentar a un control de la Guardia Civil, a una patrulla de la Policía Local o a un escuadrón de boinas verdes. Alcoy vive una extraña jornada dominical en la que por primera vez en su historia contemporánea está terminantemente prohibida la Vuelta a los Puentes.
En la memoria colectiva de todos, aún flota la vergüenza y la indignación por las imágenes vividas el día anterior en los distintos mercadonas de la ciudad. Una foto incendia las redes sociales y con ella una pregunta irresoluble: ¿para qué demonios puede necesitar una familia normal 300 flanes de vainilla?.
Desde las calles llega a las casas un silencio intranquilizador. La gente se asoma a los balcones de vez en cuando con el secreto deseo de ver pasar un coche. Sólo el autobús urbano casi vacío rompe de vez en cuando un paisaje postnuclear.
Primera jornada triunfal de confinamiento alcoyano. Gori Casasempere distribuye por las redes una interpretación al piano de un pasodoble festero y la gente se mete en todo tipo de terapias ocupacionales: cocinar, leer libros, ver películas o arreglar la casa de forma compulsiva.
Nota importante: por mucho esfuerzo que se haga, las tapas cocinadas en casa nunca están tan buenas como las del bar. Eso es así, por mucho que nos pese.