Aunque parece que haya transcurrido un siglo, hace justo un año que en Alcoy se celebraban unas elecciones municipales. Aquellos comicios estuvieron acompañados por un animado debate, en el que se discutía sobre asuntos como la conversión de la antigua fundición de Rodes en un centro de innovación tecnológica, la rehabilitación del conjunto del Molinar o la eterna recuperación del casco histórico. Doce meses después, todos aquellos temas estratégicos pueden meterse en una carpeta y enterrarse en un cajón. La crisis del coronavirus ha arrasado con todo y ha puesto patas arriba el mapa de las prioridades de esta ciudad: lo que antes era urgente y vital, ahora se ha convertido en secundario.
La palabra clave es reconstrucción. El desastre sanitario y económico provocado por la pandemia ha acabado en un par de meses con todas las previsiones de esta legislatura y ha convertido en papel mojado los presupuestos y los compromisos irrenunciables. Se abre un enorme paréntesis de duración indeterminada en el que el dinero público sólo tendrá tres puntos de destino: potenciar las infraestructuras sanitarias para mantener una red de protección ante las incertidumbres del virus, montar un gigantesco sistema de asistencia social para atender a los colectivos más afectados por la catástrofe y buscar fórmulas que permitan reactivar una economía que presenta las peores estadísticas desde el crack de 1929.
Atrapados en esta vorágine mundial, el gobierno municipal socialista y los grupos políticos de la oposición de Alcoy no tienen más remedio que modificar drásticamente sus agendas y adaptarlas a estos tiempos durísimos. Las disponibilidades económicas de un Ayuntamiento de una ciudad de 60.000 habitantes no dan para poder enfrentar en solitario una situación de esta envergadura. El papel de las administraciones locales es convertirse en unas instituciones reivindicativas, con gran capacidad de movimiento y de influencia política, cuyo principal objetivo será conseguir que la ciudad que representan acceda a los diferentes planes de ayuda que se diseñen desde el Gobierno central, desde la Generalitat, desde las diputaciones y de la Unión Europea. Para conseguir estos objetivos será más necesaria que nunca la unidad entre los partidos representados en el salón de plenos. El electorado penalizará con dureza cualquier intento de practicar el ventajismo.
Cuando acaben los rigores del confinamiento y se ponga a cero el contador de muertos y de contagios empezará una nueva legislatura municipal, que no tiene nada que ver con la anterior. Este extraño periodo político ya tiene un tema estrictamente local en el número uno de su lista de prioridades: el Hospital Civil de Oliver. La resolución de la vergonzante situación vivida en este centro geriátrico, en el que han muerto de coronavirus más de 70 ancianos, es una urgencia inaplazable, que no admite componendas políticas. Al margen de las responsabilidades judiciales por este drama, es obligado encontrar en el menor periodo de tiempo posible un sistema que garantice que esté emblemático edificio se usará para darles a nuestros mayores una atención de calidad. Volvemos a las cuestiones externas, ya que la actitud de la conselleria que dirige Mónica Oltra será clave para ver cómo se resuelve este grave problema.
Al margen de este asunto concreto, la clase política alcoyana se encuentra ante la difícil obligación de buscar las herramientas necesarias para que esta comunidad encare un doloroso proceso de crisis. Los cuatro pilares sobre los que se basaba la apuesta de futuro de Alcoy –industria, turismo, servicios y cultura- han quedado muy maltrechos por el impacto del terremoto causado por el Covid 19. Reconstruirlos en medio de un paisaje de desolación es un reto descomunal. Las ayudas externas serán básicas, pero también será necesario tejer una tupida red de consensos locales, en los que han de comprometerse desde los empresarios a los sindicatos, pasando por todas las instituciones y asociaciones que puedan aportar algo a este gran esfuerzo colectivo.
La primera condición para afrontar con ciertas garantías de éxito esta situación pasa por reconocer que, mientras nosotros pasábamos los días encerrados en nuestras casas, el mundo ha experimentado un cambio radical. Son necesarios nuevos lenguajes, nuevas dinámicas políticas y nuevas formas de entender la economía para construir algo sólido sobre este territorio arrasado. Nuestros líderes políticos, económicos, sociales y culturales están obligados a asumir esta nueva realidad si no quieren añadir un nuevo hito a la larga serie de derrotas estrepitosas que ha sufrido esta ciudad llamada Alcoy.