En el Ayuntamiento de Alcoy se desarrolla el inevitable debate de los sueldos y de las dedicaciones exclusivas. Mientras tanto, Ximo Puig se convierte en el nuevo presidente de la Generalitat y Miguel Valor abandona de forma definitiva la política. Pablo Iglesias ensaya la vía de la chulería para la nueva política.
Cosas que pueden pasar en 19 días
Frases literales de la dirección de EU, publicadas el pasado 3 de junio, cuando el gobierno socialista anunció su primer plan para el reparto de dedicaciones exclusivas y de asesores en el Ayuntamiento de Alcoy. “Ciudadanos és el principal beneficiari de la decisió de Toni Francés. Resulta extremadament curiós (i sospitós) que l’actual alcalde del PSOE afavorisca a Jordi Sedano, l’anterior alcalde del PP i principal culpable de la pitjor i més desastrosa gestió de la ciutat”. “Toni Francés, tal i com ja ha anunciat, ofereix la dedicació exclusiva a dos regidors de Ciudadanos, la qual cosa no té cap justificació possible. És simplement un tracte de favor”. “A partir d’ara es fa impossible un clima adequat per tornar a exercir possibles acords de govern per l’esquerra”. El 22 de ese mismo mes llega el pleno y Guanyar (la plataforma en la que se ha encuadrado EU) se convierte en la única fuerza política que apoya con su voto la propuesta socialista. ¿Qué demonios ha pasado a lo largo de esos 22 días?. La respuesta es simple: el equipo de Francés (con 17 liberados, entre concejales y asesores) ha revisado su plan de sueldos y ha añadido, entre otras concesiones a los partidos de la oposición, una dedicación parcial del 75% para un edil de Guanyar que inicialmente no estaba prevista. Hay dos explicaciones para justificar este espectacular cambio de actitud en el partido de la izquierda alcoyana. La primera es la bondadosa: Guanyar considera que su presión ha surtido efecto, obligando al alcalde a modificar su postura y a concederles a los otros partidos el tratamiento salarial que se merecen. La segunda lectura es mucho más cruel: Toni Francés les ha tapado la boca, arrojándoles un puñado de euros a cambio de su complicidad en forma de apoyo plenario. Cojan la versión que más les guste; en las dos hay algunas dosis de verosimilitud.
Banderas y herencias
El insípido Pedro Sánchez monta la de Dios, convirtiendo una gigantesca bandera nacional en la gran protagonista de su presentación como candidato del PSOE a las elecciones generales. La virulenta polémica posterior pone en evidencia un hecho incontestable: hay cosas que se hicieron rematadamente mal durante la Transición y que nos persiguen a través del tiempo como una de esas asignaturas pendientes imposibles de aprobar. Buena parte de la izquierda española rechaza la enseña rojigualda y el himno oficial del país, al identificarlos con la derecha más rancia y reaccionaria. El hecho de que estos símbolos fueran aceptados en su día de forma prácticamente unánime no logra acabar con la existencia de un cierto sentimiento negativo, ya que se considera que aquellas renuncias en pro de la democracia y del consenso respondieron a la presión y al miedo. Aún más confusas están las cosas en esta Comunitat/Pais/ Regne, en donde se discute la bandera, el himno, la lengua y hasta el mismísimo nombre de este territorio autonómico. El debate sobre las señas identitarias valencianas se cerró de mala manera durante los terribles años de la Batalla de Valencia, convirtiendo el asunto en motivo de discrepancia perpetua y sumiendo a los ciudadanos en un estado de continuada confusión. Sólo el PP se ha atrevido jugar fuerte con estos asuntos, en un intento de capitalizar políticamente los instintos más atávicos de los valencianos. La izquierda se mueve en la permanente ambigüedad y resulta imposible encontrar un partido progresista que incluya en su programa electoral medidas que ya han incorporado a su actividad cotidiana, como el uso de la Muixeranga como himno en vez del “Per ofrenar”, la señera sin azul o la denominación País Valenciá. Vivimos instalados en la esquizofrenia identitaria y el asunto va para largo.
Gente del terreno
Las sucesivas concejalías de Turismo organizan desde hace años rutas culturales por diferentes zonas de Alcoy, que cuentan con una notable participación de alcoyanos de todas las edades y condiciones. Es una experiencia muy positiva, que permite subsanar uno de los grandes déficits de los habitantes de esta ciudad: nuestro enciclopédico desconocimiento de la historia local. A pesar del éxito de esta iniciativa, conviene hacerse una pregunta: ¿no sería más normal que estas actividades las organizara la concejalía de Cultura o la de Educación?. Como su propio nombre indica, el objetivo prioritario del departamento municipal de Turismo debería ser captar visitantes de fuera para llenar nuestros museos y darle vidilla a la hostelería. Cualquiera que se dé una vuelta por las calles de Alcoy un sábado o un domingo por la mañana, comprobará rápidamente que las oleadas de turistas foráneos brillan por su ausencia. Los ayuntamientos alcoyanos han inventado una innovadora fórmula: el autoturismo. Nos ahorramos un pico en promoción externa, pero no rascamos ni bola.
Chulo
Pablo Iglesias acaba de demostrar que la chulería prepotente no es un patrimonio exclusivo de la derecha de rompe y rasga. Con el ego hinchado hasta niveles de alerta psiquiátrica, el líder de Podemos arremete en una entrevista contra Izquierda Unida, acusándolos de cenizos y de inútiles y negándose a cualquier entendimiento preelectoral con ellos, al considerarlos una reliquia política absolutamente inservible. Ofende tanta superioridad, ofende el inmenso desprecio mostrado hacia una gente, que con aciertos y con errores ha enarbolado durante décadas la bandera de la izquierda española y que tiene tras de sí una larga trayectoria de lucha y de compromiso ético. Iglesias ha digerido muy mal éxito y empieza a comportarse como el macarra de playa del progresismo español, expidiendo certificados de pureza ideológica y actuando como si hubiera inventado la política. Por una vez en la vida y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con el polémico actor Willy Toledo, que a través de las redes sociales le ha rogado encarecidamente al hombre de la coleta que “deje de hacer el imbécil”.
Un gustillo
Al margen de consideraciones partidarias, la jornada del jueves en las Corts nos ha dejado algo que ya nadie nos podrá arrebatar: el gustillo de ver a un presidente de la Generalitat Valenciana pronunciando su discurso de investidura íntegramente en valenciano. La intervención de Ximo Puig fue una importante novedad en un país que a lo largo de su historia autonómica ha visto de todo: presidentes que se negaban en redondo a utilizar la lengua autóctona, presidentes que se repartían equitativamente entre las dos lenguas y presidentes que salpicaban sus discursos con algunas briznas testimoniales de valenciano, pronunciadas con la torpeza del que no utiliza nunca esa lengua en su vida diaria. Los más viejos del lugar todavía recuerdan con vergüenza un acto institucional en el que el Príncipe de Asturias realizó parte de su intervención en valenciano, mientras le contestaba Eduardo Zaplana con un discurso íntegramente pronunciado en castellano. Sería maravilloso que en el futuro no se volvieran a producir estas situaciones surrealistas. La Comunitat Valenciana necesita un cargamento de toneladas de normalidad y lo más normal de este mundo es que los gobernantes hablen el mismo idioma que los gobernados.
La Era de la Rotonda
Reflexión preocupada. Los políticos de antes construían catedrales impresionantes, puentes que saltaban sobre ríos caudalosos, universidades que formaban a los jóvenes o carreteras que unían a las ciudades. Los políticos de ahora construyen rotondas y pretenden pasar a la posteridad por su capacidad para llenar de glorietas hasta el último rincón del mapa de carreteras. Coronadas por las esculturas más absurdas, estas soluciones viales se han convertido en la obra magna de estos tiempos de crisis y de mediocridad. Los arqueólogos excavaran nuestras ruinas dentro de centenares de años y a la hora de datar sus hallazgos lo tendrán rematadamente fácil: estos restos pertenecen al año 35 de la Era de la Rotonda. Los historiadores se devanarán los sesos a la hora de explicar nuestro furor rotondista y al final optarán por la solución que aplican siempre cuando no tienen ni puñetera idea de la utilidad de una determinada construcción: es una estructura religiosa, con cuya forma circular los indígenas de la época querían rendir homenaje al sol. Por supuesto, no faltará algún pirado que les atribuya un origen claramente extraterrestre, relacionándolas con las líneas de Nazca.
Adiós a la política
Miguel Valor deja la política, que es algo así como si Keith Richards dejara de tocar la guitarra eléctrica. El incombustible político alcoyano dice “prou” y abandona su plaza de concejal de la oposición en el Ayuntamiento de Alicante. Aunque justifica la decisión por motivos personales, detrás de su marcha hay causas mucho más complejas. A lo largo de los últimos meses, el PP ha castigado sistemáticamente al hombre que dio la cara en el complicado momento del relevo de la alcaldesa Sonia Castedo, sometiéndolo a todo tipo de humillaciones políticas. La dimisión era la salida más lógica, aunque estemos ante un personaje que ha eludido siempre las salidas traumáticas, optando por las soluciones negociadas.