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Punto de vista
La semana: esplendor en la Fira, la Fiesta judicializada y un extraño concepto del verbo rehabilitar
Javier Llopis - 31/10/2014
La semana: esplendor en la Fira, la Fiesta judicializada y un extraño concepto del verbo rehabilitar
Fotografía de Paco Grau, en la que se nos muestra un detalle de un edificio abandonado del Partidor

La Fira de Cocentaina estalla en todo su multitudinario esplendor. A lo largo de la última semana, el conflicto festero de Alcoy ha cruzado la frontera de los juzgados y ha entrado en una nueva etapa. El cementerio recibe un premio nacional y en el casco antiguo continúan las demoliciones.

En el peor sitio posible
Ya está el contencioso festero donde nadie quería que estuviera: en los juzgados. A partir de ahora, toca buscarse un bando y meterse hasta las trancas en la polémica. Los tradicionalistas consideran que llevar la Fiesta ante un juez es un sacrilegio incalificable, que rompe siglos de  pacífica convivencia festera. El sector crítico se limita a ejercer un derecho constitucional, pero coloca al Casal en una posición de altísimo riesgo: una sentencia que anulase las últimas elecciones descabezaría a la máxima entidad festera alcoyana y dejaría la organización de la Trilogía en una situación muy complicada. Por su parte, el Ayuntamiento (máximo responsable de los festejos)  acaba de enterarse ahora (tras casi 40 años de democracia) de que el sistema electoral de la Asociación de San Jorge incumple los principios democráticos más básicos.  A destacar, la nula efectividad mediadora de la concejalía de Fiestas, que a lo largo de este proceso ha sido incapaz de convencer a las partes para encontrar una solución que evite que la sangre judicial llegue al río, precipitándonos a todo a un final, que pase lo que pase será traumático.

Pompas fúnebres
La realidad es la que es: el único premio nacional que ha recibido Alcoy en los últimos años tiene como destinatario nuestro cementerio y destaca el valor de panteón de Agustín Gisbert como mejor monumento funerario del país. A partir de aquí, el terreno queda abierto a los chistes facilones y a la demagogia macabra; a las comparaciones entre la triste realidad de la ciudad y el esplendor de su camposanto. El primer puesto del certamen de juegos de palabras se lo lleva un tipo que le ha propuesto a la concejalía de Turismo un eslogan sencillo, pero contundente: “Alcoy, una ciudad para morirse”. Una maravilla del doble sentido.

Dolencias gramaticales
A lo largo de los últimos treinta años, el casco histórico de Alcoy se ha enfrentado con un problema insoluble, que al final ha acabado provocando su ruina: los alcaldes y los concejales de Urbanismo de los diferentes gobiernos de la ciudad desconocían el significado real del verbo rehabilitar. Durante décadas, nuestros munícipes han creído que rehabilitación era un sinónimo  de demolición y han actuado en consecuencia: donde antes había edificios centenarios, ahora hay solares. El actual gobierno local también parece afectado por esta extraña dolencia gramatical: cuelga un cartel anunciando diferentes obras de mejora en la zona del Partidor y casi simultáneamente procede al derribo de cuatro casas. Los gobernantes alcoyanos necesitan con  urgencia un cursillo de lingüística aplicada a la gestión municipal.

Mundos que se cruzan
Domingo de Mig Any. Los primeros paseantes mañaneros de la Vía Verde se cruzan con grupos de chavales desarbolados, que todavía no le han puesto el punto final a la noche de fiestón. Contraste absoluto en las pintas: los caminantes van hechos un pincel, con sus chandals, sus zapatillas y sus gorras; los supervivientes de la juerga presentan rostros macilentos y un paisaje de faldones de camisa que se empeñan en salirse del pantalón. Dos mundos que se cruzan. Los deportistas cincuentones miran a los jóvenes con cara de envidia; los jóvenes miran a los deportistas cincuentones con cara de ¿dónde cojones irá este tío vestido así a estas horas?.

La están peinando
El diario Información señala que el proyecto Alcoinnova lleva mes y medio atascado, pendiente de su publicación en el DOCV.  Aunque la Generalitat no ofrece ninguna explicación oficial, todo parece indicar que se están peinando los detalles legales de una obra, que se tendrá que enfrentar con una fortísima oposición y a la que se le mirará hasta el último rincón para detener en los tribunales lo que no se ha podido detener en los terrenos de la política. Los plazos son importantes en una actuación, que desde el PP autonómico se quiere presentar como uno de los asuntos estrella de esta legislatura.

Un milagro contestano
Vale la pena pararse un momento a pensar y darle al asunto la importancia que realmente tiene. La Fira de Cocentaina es un gigantesco milagro, que se viene repitiendo desde hace siglos. Atraer cada año a medio millón de personas procedentes de todos los rincones de la Comunitat Valenciana es una proeza muy difícil de igualar. Convertir la Villa Condal en el epicentro autonómico de una gran cita cívica, en la que se mezcla la cultura, el negocio y la fiesta es un reto que muy pocas ciudades están en condiciones de afrontar. El certamen vive momentos de expansión, a pesar de que lleva casi dos décadas castigado con el desprecio de los gobiernos del PP. El mérito hay que dárselo a los propios contestanos y a los diferentes ayuntamientos, que han conseguido que su patrimonio salga ileso y reforzado en medio de unos tiempos tan puñeteros.

Productos del terreno
En la política española hay una ley inamovible: cada vez que un juez pone en marcha una operación contra la corrupción, sea en el lugar de España que sea, al final siempre acaba deteniendo a algún súbdito de la Comunitat Valenciana. Este principio básico se ha vuelto a cumplir en la Operación Púnica, una escabechina de ladrones, que ha dejado tiritando al PP de Madrid. En este caso, el papel  de estrella valenciana invitada le ha tocado a Alejandro de Pedro Llorca, un vivales que operaba por la zona de la Marina Alta. El personaje se autocalificaba de empresario y se dedicaba a una confusa labor profesional, en la que se mezclaban las trapisondas económicas, con los peloteos periodísticos al PP y las paellas en el chalé de Cotino. Un producto típico del terreno.

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