Tenemos entre manos una fórmula de éxito incontestable: la Cabalgata de Reyes Magos y el Bando Real de Alcoy. El modelo actual, diseñado en los años 80 del pasado siglo por el ayuntamiento de Pepe Sanus, funciona como un cohete desde hace más de 30 años y se ha convertido en un motivo de orgullo nacional y de paso atrae a miles de turistas a la ciudad. Tocar cualquier elemento de esta pieza aparentemente perfecta tiene sus riesgos y cada vez que se hace una modificación, surge la polémica.El recorte del recorrido de los dos grandes actos del ciclo navideño alcoyano, impulsado por el gobierno municipal a petición de las entidades participantes en el desfile, ha provocado la inevitable discusión ciudadana.
Hay que partir de una sospecha cargada de fundamento: el tramo de Cabalgata que discurre entre el puente de Cervantes y la Iglesia de San Roque estaba condenado a muerte desde que hace años se decidió suprimir el paso del desfile real por la Alameda. A la hora de tomar esta decisión, hay que hablar de tres motivos de peso: el fantasmagórico trayecto por el puente y el paseo de Cervantes, la clara voluntad municipal de compactar la comitiva reduciendo su duración y circunscribiéndola a su escenario “natural” de las calles más céntricas de la ciudad y la ausencia de turistas en esta parte final del desfile. Los vecinos que asistían al acto en la reducida zona de Alzamora se han convertido en los principales páganos de una modificación en la que se han querido primar los criterios de la calidad sobre los de la cantidad. La precipitación con la que se han anunciado los cambios, a un mes vista del 5 de enero, ha contribuido a hacer más traumática la medida y ha abierto un frente de discusión política.
Si el debate está en el recorte del recorrido, el verdadero problema de la Cabalgata empieza a asomar las orejas por el tramo de El Camí. Esta zona secundaria, en la que hace unos años apenas sí había público, se ha transformado en uno de los grandes escenarios del desfile, junto a San Nicolás, la plaza, San Lorenzo y País Valencià. El tirón turístico del Nadal Alcoià ha encontrado su principal punto de destino en esta calle, en la que se concentran miles de visitantes foráneos y un buen número de alcoyanos que quieren regresar pronto a sus casas para participar en el ritual de destapar los regalos. El resultado de este fenómeno, que vive un continuado crescendo desde hace diez años, es una acumulación de multitudes difícil de gestionar, que se ve acompañada por un inevitable saldo de retrasos en los horarios y de acelerones intempestivos de la comitiva real. Algo parecido empieza a pasar con el Bando Real, aunque los conflictos no son tan graves por tratarse de un acto con un formato mucho más sencillo y con una duración más breve. La decisión de empezar la Cabalgata en la Avenida de Elche, que se aplicará a partir de este año, es un intento de resolver -al menos en parte- esta evidente falta de espacio.
Los actos centenarios que Alcoy dedica a los Reyes Magos llevan una buena temporada enfrentándose a una enfermedad generada por su crecimiento. La Cabalgata y el Bando se han convertido en motivo de atracción para miles de turistas, en una reacción espectacular a las campañas promocionales lanzadas desde el Ayuntamiento, al buen hacer de las entidades participantes y (todo hay que decirlo) a las magníficas retransmisiones que en su día hizo Canal 9. Esta masiva respuesta se enfrenta con una absoluta carencia de infraestructuras. Si las Entradas de Moros y Cristianos (la otra gran cita de nuestro calendario festivo) son mecanismos perfectamente engrasados para acoger al público; en el caso de los desfiles epifánicos manda la improvisación y cada espectador se las apaña cómo puede. Si este sistema se podía aplicar sin dificultades cuando la Cabalgata y el Bando eran unos actos de estricto uso interno para alcoyanos, sus resortes empiezan a chirriar cuando en el mismo recorrido se quieren meter unos cuantos miles de personas más.
Los responsables de la organización de este magnífico espectáculo de calle –el Ayuntamiento y las entidades colaboradoras- se enfrentan a un importante reto, en el que se perfilan no pocas contradicciones. Por un lado, deben mantener toda la frescura y la autenticidad de unos desfiles que hunden sus raíces en los lugares más profundos y sensibles del alma de los alcoyanos. Y por el otro, están obligados a aprovechar que el ciclo navideño se ha convertido en un atractivo paquete turístico, que cada mes de enero llena bares, restaurantes y comercios de la ciudad. Conjugar estas dos facetas es una tarea compleja. Están trabajando con un material muy delicado y nadie perdonaría ni el más mínimo error.
POSDATA: Los que tenemos una cierta edad, todavía recordamos una Cabalgata de Reyes que se iniciaba en la antigua Plaza de Toros, junto al puente de la Petxina. Era un desfile delirante, con majorettes, con soldados del Regimiento Vizcaya haciendo de malditos y con carrozas patrocinadas por marcas publicitarias. Aquella comitiva recorría la Alameda y acababa en la plaza de España. Por fortuna, aquel acto feo y deslavazado ya se ha hundido en la nieblas de la memoria y la mayor parte de los vecinos de esta ciudad sólo recuerdan el diseño actual de las cabalgatas. Ni los más cenizos podrán negar que algo hemos adelantado.