Han pasado varios días desde que el caballero dorado hizo su “aparició” por las almenas del castillo a lomos de su inseparable caballo blanco, lanzando flechas por doquier para liberar a los alcoyanos de las huestes mahometanas.
Desde entonces seguro que cualquier recoveco de la ciudad, tertulia matutina en el bar habitual tomando el desayuno, en el trabajo e incluso en la calle, han servido para comentar centenares de anécdotas sobre la trilogía festera: que si el capitán cristiano esto, que si la del mig aquello, que el capitán moro lo de más allá, que si tal filá hizo un corte porque cual. En fin, que historias han habido para todos los gustos. Pero una de esas anécdotas ha marcado el punto de inflexión en la historia de la fiesta alcoyana.
En una de esas tertulias matutinas pude escuchar que la tradición se había perdido al dejar arrancar diana a una escuadra de mujeres. Que las fiestas habían perdido su identidad y la pasión.
En primer lugar, decir que la tradición es como las reglas o las estadísticas; están para romperlas. Se habla de perder la tradición porque la mujer se coloque en primer plano en la fiesta y no en segundo como hasta ahora. Entonces, no debería haberse cambiado las fechas de las fiestas a fin de semana; la tradición dice que son 22, 23 y 24 de abril. No se tendría que haber cambiado el recorrido del alardo y con ello el encaro – hay una calle que lleva este nombre porque antiguamente se realizaba en ella el encuentro de capitanes –. Si hacemos caso a la tradición nada de esto tendría que haber sufrido cambio alguno. ¿Por qué se ha cambiado? Para amoldarse a la situación económica actual, para recibir mayor afluencia de turistas. En definitiva, por la evolución.
No se puede detener el progreso. Nuestra forma de vida se ha modificado con la llegada de internet, los smartphones y las redes sociales. Recuerdo aquellos viernes por la tarde cuando los amigos nos reuníamos en el banco – una entidad bancaria que había en el camí –. Era una tradición que con el paso de los años ha evolucionado. Ahora nuestro punto de encuentro es el muro de Facebook.
La historia de San Jordi sigue siendo la misma: montado en su caballo lanzando flechas para liberar la villa de Alcoy de los moriscos. Esta historia no cambiará con el paso de los años pero la historia de las fiestas se ha reformado, o mejor aún, se ha modernizado, por qué no seguir con la evolución de la fiesta. Igual de espectacular puede ser una escuadra especial de hombres que de mujeres. Dejemos que se coloquen en primer plano. Demos a la mujer un papel principal en la fiesta y que no sigan siendo el personaje secundario de un relato monótono. Demos a la narración de las fiestas ese giro inesperado que toda novela tiene. Quizás sea el reclamo que necesita nuestro festejo para atraer más turistas. Dejemos rienda suelta a la pasión por la trilogía.
La pasión por las fiestas es un sentimiento que se lleva dentro. Ninguna renovación en la historia de las fiestas puede apagar esa pasión ni en los festeros ni en “els mirons”. Una mujer festera puede sentir igual o mayor pasión por la trilogía que un festero.
Las chicas de la filá Marrakesch no han hecho perder la tradición, han hecho historia y han cambiado la historia. Reescribamos año tras año la historia de las fiestas como un escritor reescribe su novela.
La tradición es como las reglas o las estadísticas; están para romperlas.
Me alegro que las mujeres pueden formar escuadra; ahora falta que un dragón reemplaza los «moros» abajo de san Jorge, que las mujeres no se limiten a imitar los hombres en las fiestas de Alcoy, que hay música folk-jazz-reggae-blues-rock-soul…, teatro, baile y saltimbanquis en las calles y plazas, que todos los museos de nuestra ciudad estén abiertos, que las fiestas sean populares de verdad.