Antes de abordar cualquier análisis sobre el tema, hay que partir de una verdad abrumadora e irrefutable: Camilo Sesto es, sin ningún género de dudas, el artista alcoyano (vivo o muerto) que mayor repercusión internacional ha tenido. Este cantautor de baladas románticas ha vendido millones de discos y ha sido durante un par de décadas una figura de primer orden en el panorama mundial de la música ligera, alcanzando en el área de Latinoamérica un rango que sólo está reservado a los más grandes, como Julio Iglesias o Raphael. El peso histórico del personaje contrasta dramáticamente con el estado actual de la persona: un divo patético, incapaz de admitir el paso del tiempo, que se pasea por los programas de telebasura (el pasado sábado reventó las redes sociales pasando por el espacio de María Teresa Campos) convertido en motivo de burla nacional y exhibiendo la última escabechina quirúrgica sobre un rostro que parece una cérea caricatura de sus épocas de juventud y esplendor.
El actual Camilo Sesto recuerda más al decrépito personaje que encarnaba Gloria Swanson en “El crespúsculo de los dioses” de Billy Wilder que al cantante que llenaba estadios en todo el mundo y que montaba espectaculares comedias musicales. Este drástico cambio se ha convertido en un plato de difícil digestión para miles de alcoyanos, que han de enfrentarse a un hecho incontestable: la antigua gloria nacional de la canción ha pasado de motivar orgullo patriótico a generar los peores síntomas de la vergüenza ajena entre unos paisanos que ven con estupor como el nombre de esta ciudad puede ser identificado con este inclasificable friki, que acude a los espacios de televisión a mendigar algunas briznas de notoriedad, aunque ello suponga convertirse en motivo de risa y de humillación pública.
Como los alcoyanos somos un pueblo dado a la autoflagelación, ha surgido enseguida una teoría destinada a mitigar la dolorosa sensación de ver a nuestro cantante más internacional convertido en material de derribo para el más cruel periodismo amarillista. Este planteamiento se puede resumir en una única frase: Alcoy ha sido injusto con Camilo Sesto y no ha querido reconocer en ningún momento su enorme valía profesional. Se critica con irritación que el autor de “Algo de mí” no tenga una calle dedicada y que no disfrute de alguno de esos galardones con los que la ciudad rinde homenaje a sus hijos más ilustres. Se culpabiliza claramente a la izquierda local de esta situación y se citan como ejemplos del agravio los continuados honores que se han rendido a Ovidi Montllor, al que se acusa de ser una figura menor si se la compara con la repercusión mundial de su colega.
Los impulsores de este análisis se equivocan claramente en la dirección de sus disparos. En vez de apuntar a todos los alcoyanos y de acusarnos de maltratar a uno de nuestros paisanos más brillantes, deberían mirar hacia la compleja personalidad del propio cantante. Camilo Sesto nunca ejerció de alcoyano: ni en sus momentos de éxito ni durante su prolongada decadencia. En su caso, el tópico de “pasear el nombre de Alcoy por el mundo” carece de cualquier contenido real. Esta ciudad vivió desastres naturales, terribles crisis económicas, días de gran alegría colectiva y cambios importantes sin que el músico se diera por aludido en ningún momento. Su premeditado distanciamiento de la tierra que lo vio nacer no tiene ningún tipo de excusa política, ya que ha funcionado con la misma efectividad cuando estábamos gobernados por ayuntamientos franquistas, socialistas o del PP. Los intentos de las instituciones alcoyanas por recuperar esta figura han acabado siempre en sonoros fracasos, acompañados de un inevitable rosario de anécdotas en las que se relataban los desplantes del cantautor hacia sus interlocutores alcoyanos.
Resulta inevitable comparar esta displicente frialdad con la implicación permanente de Ovidi Montllor; un hombre que siempre estaba disponible para actuar gratis en un concierto para recogida de fondos de alguna entidad de su pueblo, que con su presencia daba apoyo a las películas de los nuevos directores alcoyanos, que se sumó a proyectos teatrales locales y que hasta su muerte mantuvo una relación cercana y continuada con su tierra natal.
Camilo Sesto ha desarrollado toda su carrera de espaldas a su pueblo En sus tiempos de gloria y tras su voluntario e innecesario ingreso en las filas de frikismo televisivo, el cantante no ha mostrado ni la más mínima intención de congraciarse con sus orígenes. Camilo no ha necesitado a Alcoy y Alcoy ha acabado por no necesitar a Camilo. La gratitud resulta imposible cuando su destinatario rechaza cualquier posibilidad de acercamiento. El cantante tiene todo el derecho del mundo a mantener esta actitud distante; el mismo derecho que tenemos los alcoyanos a considerarlo una figura remota envuelta en nostalgias del pasado de la que en estos precisos momentos resulta muy difícil estar orgullosos.
Si s merece una calle como minimimo otros con menos le a dedicado o me naves Ect un poco de justicia no cuesta nada
Javi, de acuerdo. Me encanta tu artículo. Pero de todas formas no debemos olvidar, que el mundo entero sitúa a Camilo en estos lares.Sólo el sabe por qué en un momento de su vida, dejo de mirar hacia su pueblo; pero su trayectoria musical, creo que lo hace digno de que aquí lo tengamos presente.
Chapeau!!!. Mes alt es pot dir, mes clar no.