En castellano académico la potra es una palabra que se usa para referirse a un golpe inesperado de buena suerte. En alcoyano coloquial, por el contrario, este vocablo tiene una carga negativa y se puede traducir como molestia, malestar o desazón. Estar potrós es un sinónimo de encontrarse mal o de estar incómodo en una determinada situación. Estamos ante un concepto abierto que lo mismo vale para describir problemas sanitarios leves que estados de ánimo. La potra alcoyana es infinita y bajo su manto se esconden miles de matices gramaticales.
Desde el punto de vista sanitario, la potra es una especie de anticipo de la enfermedad. Uno se levanta potrós cuando se le presentan los primeros síntomas de una gripe; ya sean escalofríos, súbitos mareos o dolores de cabeza. Hay bebés potrosos que atormentan a sus padres con furiosos llantos nocturnos provocados por el flato o por la salida de los primeros dientes.
Hay que señalar, sin embargo, que la potra presenta una vertiente social igualmente negativa. En Alcoy, hay personajes potrosos especializados en dar la murga en todo tipo de encuentros, celebraciones y reuniones. Son tipos pesados, que a todo le encuentra pegas (dar la potra) y que acaban agotando a sus acompañantes. Otras personas sufren la potra como un mal pasajero, que sólo les afecta en determinados escenarios. Hay ateos que se ponen potrosos cada vez que un entierro o una boda les obligan a meterse en una iglesia; son esos tipos que no paran de rascarse, de mirar el móvil o de hacerles comentarios inadecuados a sus amigos en el momento más solemne de la ceremonia. También existe el denominado potrós cultural; es un tipo se pone nervioso cuando escucha los discursos de la inauguración de una exposición de pintura y que sólo se tranquiliza cuando acaban los parlamentos y salen los camareros con la bandeja de canapés.
Para acabar esta breve disquisición hay que subrayar una cuestión importante: la potra alcoyana (en su vertiente sanitaria y en su vertiente social) es una dolencia muy contagiosa. El potrós extiende su mal rollo como una epidemia a su alrededor. Su insistente labor de machaque convierte en potrosos a todas las personas que se le acercan, hasta convertir la más alegre de las reuniones en un acto insoportable del que todo el mundo quiere huir.