L’ajudant del que toca el bombo es un oficio poco conocido (nada que ver con el más viejo del mundo) y poco valorado dentro del panorama musical. En parte por no tratarse de una disciplina que requiera estudios reglados y en parte por lo poco conocidas que resultan sus funciones para el público en general, entre el que se incluye el que esto escribe.
Además en Alcoy, hasta los años 70 del siglo pasado, también fue una perífrasis de uso extendido para referirse a la persona de poca importancia, sin oficio y mal entretenida. Y en ocasiones para calificar al hombre (nunca a la mujer) holgazán, perezoso y poco trabajador. O trabacador en alcoyano estándar. Ejemplo: L’home de Lliris Ritin té un càrrec molt important a la Diputació d’Alacant. Sí. Deu ser l’ajudant del que toca el bombo. ¿De què treballarà Mauro Sigfrido que a tota hora està en el bar? D’ajudant del que toca el bombo.
Y ahora la pregunta: ¿Qué relación entrevieron nuestros mayores entre la vagancia y la práctica de un instrumento musical, aunque ésta fuera en concepto de ayudantía? Muy sencillo. Quizá nuestros ancestros que, en aquellos tiempos asistían habitualmente a espectáculos musicales (orquestas, zarzuelas, revistas musicales, etc.) se apercibieron del escaso papel que el bombo jugaba en los espectáculos por lo que si el bombo actuaba poco, debieron inferir: ¿Cuál será la función de un supuesto ayudante de alguien que apenas hace nada? Pues eso mismo.
Cuando los espectáculos de variedades comenzaron ser sustituidos por el cinematógrafo la expresión decayó. Y cuando los timbaleros locos y percusionistas de todo lo que resulta percutible (desde la piel de un bombo a la pala de una azada) se hicieron con el control de las fiestas de moros y cristianos, la expresión recibió la puntilla definitiva siendo sustituida por otras todavía en vigor como: “ser més manta que un pont”, “ser més gos que la jaqueta d’un guàrdia”, “ser un gos malfaener” o “moure’s menys que els ulls d’Espinete”; que analizaremos a su debido tiempo.