He aquí el insulto máximo. Cuando un alcoyano le dice a otro “lo que un porc no pot sentir” es que ha alcanzado la cúspide gramatical del cabreo. Esta frase parte de un supuesto táctico discutible: un cerdo es un animal despreciable, al que se le pueden dirigir todo tipo de descalificaciones sin el más mínimo problema de conciencia. Cuando se traspasa esta frontera porcina, se entra ya en un nivel premium del ataque personal y de la brofegà.
Decirle a alguien “lo que un porc no pot sentir” supone superar todas las fronteras del decoro, acumular los peores adjetivos calificativos y llevar la descalificación personal a un punto sin retorno. Esta frase va más allá del peor de los insultos y para cumplir sus objetivos, se ha de hacer una elaborada combinación de palabras malsonantes y de acusaciones tremendas. Habitualmente, el uso del “lo que un porc no pot sentir” acarrea una ruptura total de las relaciones entre las dos personas implicadas en la discusión, ya que es prácticamente imposible la reconciliación tras una agresión verbal de este calibre.
El uso masivo de esta frase nos lleva a dos preguntas inevitables: ¿qué es exactamente lo que un porc pot sentir? y ¿qué nivel de insultos puede soportar este entrañable animal, que es una base fundamental de nuestra dieta alimentaria?. La respuesta a estos dos interrogantes es compleja . Según los especialistas en lingüística porcina, el marrano puede soportar todo tipo de ataques, ya que se trata de un ser vil, gordo, indolente y acostumbrado a vivir revolcándose en su propia mierda. Para los sectores animalistas, la expresión es una agresión incalificable a este entrañable animal doméstico, llegándose a plantear la exigencia de erradicar la frase del vocabulario alcoyano, sustituyéndola por un desbravado y políticamente correcto “decirle de todo”.