Estadísticamente uno de los mayores motivos de conflictos avanzados entre parejas de cierta edad en la zona de l’Alcoià es la palabra placa. Muy por encima de qué programa hay que ver durante la siesta, a quién votar en las próximas elecciones, ibuprofeno o paracetamol, o si el coronavirus es un invento del gobierno de Donald Trump o una enfermedad real.
Y es que este modesto sustantivo debido a su carácter polisémico es un pozo sin fondo de divergencias, de confusión y de malentendidos entre emisores y receptores. O entre hablantes y oyentes (que suena mejor que lo anterior). Analicemos un ejemplo tomado al azar.
¿Qué quiere decir la señora Bienvenida cuando le dice a su esposo: Anselmo podries posar-me un placa? ¿Desea que le ponga en el tocadiscos un disco fonográfico de vinilo porque tiene ganas de bailar `Tu vida y mi vida’? ¿Espera que le imponga una insignia o distintivo como las que llevan los agentes de policía para acreditar que lo son? O ¿Tal vez sugiere, que el tal Anselmo, debería instalar en la esquina de una calle la mencionada placa con letras blancas sobre fondo azul con una leyenda tipo ‘Avinguda Bienvenida, esposa fiel y madre de glorieret?
Y si la señora Bienvenida (Bienve para las amigas) dice que ‘li han fet una placa’ en la Resistencia ¿qué quiere decir? ¿Qué la han convertido en una lámina de metal como al Hombre de Hierro? ¿O que le han hecho una radiografía teniendo en cuenta que radiografía incluye todas sus variaciones como resonancia magnética o tomografía axial computarizada?
Todo esto se convierte en un sindiós si la señora Bienve además de insistir utiliza el típico diminutivo alcoyano y le dice a Anselmo: Vinga no emprenyes més i posa’m unes plaquetes! ¿Qué quiere la condenada señora, música y por extensión jarana o está pidiendo a gritos una transfusión de trombocitos para regular y estimular el proceso curativo de lesiones, las provocadas por la confusión de Anselmo que no tiene ni idea de lo que quiere su señora?