Además de designar al recipiente en el que se almacenan líquidos y/o sólidos conocido como bote en castellano o pot en catalán (‘me pones dos potes de berengenes en salmorra’?) e incluso a la propina que se da al personal de un establecimiento (‘tome home estos sinco sentimos para el pote’), el pote alcoyano es, por encima de todo, la interjección polisémica (que expresa sorpresa, admiración, ira, enfado, entusiasmo o todo a la vez) por antonomasia en la ciudad equivalente al fotre catalán o al joder castellano y que, como ambas deriva de ‘fŭttĕre’, que significa copular.
Según los semánticos estructurales de la Real Academia de la Lengua Alcoyana el pote habría sido el resultado de la contracción iniciada en la expresión ¡boteadueu collons! de gran arraigo a la ciudad de la que, a lo largo de los siglos, se habrían ido desprendiendo elementos como en un cohete espacial en la fase de despegue, quedando reducida primero a boteuadeu y posteriormente a bote desde donde se habría pasado a pote a causa del fenómeno conocido como pepeísmo, que consiste, entre otras cosas, en transformar cualquier consonante al inicio de palabra por la p.
Consideraciones lingüísticas aparte, el pote alcoyano es un ejemplo paradigmático de la proverbial laboriosidad y sentido práctico del pueblo alcoyano; que en lugar de dedicar largas parrafadas y gran cantidad de tiempo a expresar un determinado sentimiento lo resuelve con la sencilla fórmula pote.
Un ejemplo de esto se recoge en la ‘Guía del forastero en Alcoy’ de 1864 en la que se relata el suceso protagonizado por un repartidor alcoyano que aparcó un carro lleno de hilo en doble fila en la calle Polavieja impidiendo la salida a un comerciante de origen murciano que le lanzó la siguiente imprecación: ‘Mal fin tenga tu cuerpo, permita Dios que te veas en las manos del verdugo y arrastrado como las culebras, que te mueras de hambre, que los perros te coman, que malos cuervos te saquen los ojos, que Jesucristo te mande una sarna perruna por mucho tiempo, que si eres casado tu mujer te ponga los cuernos, que mis ojos te vean colgado de la horca, que sea yo el que te tire de los pies, y que los diablos te lleven en cuerpo y alma al infierno’. Ante lo cual el alcoyano se encogió de hombros, arqueó las cejas, lanzó un certero ¡pote! y sin más palabras volvió a sus quehaceres.