Alcoi es un lugar donde se toca mucho. Esa es la impresión que deben llevarse las personas que nos visitan cuando paseando por la calle escuchan a diestro y siniestro: ‘Toca’m en poder’, ‘A la nit et tocaré’, ‘Només arribar a casa et toque’, ‘Toca-li a la xiqueta, que s’ha quedat tota la vesprada esperant-te’, ‘Què no penses tocar-me mai?’, ‘Ahir vaig tocar a tots els de l’equip de futbol del meu home’…
A poco tiempo que pase en la ciudad, el viajero debe pensar que Alcoi es un lugar táctil, lleno de sobones, pulpos, en el que las manos y dedos juegan un papel fundamental. Sobre todo cuando se entere – si es que se entera – que Alcoi formó parte en 2003 de un proyecto de ‘Ciudad Digital’ en el marco de un convenio firmado entre los gobiernos de José Maria Aznar, Francisco Camps y Jorge Sedano.
¿Pero es eso cierto? ¿Es verdad que los alcoyanos/alcoyanas se pasan el día palpando a tontas y a locas? ¿Tocándose a la menor excusa? ¿Es Alcoy una especie de Sodoma donde la gente se pasa el día metiéndose mano? ¿La capital internacional del palpo y los tocamientos?
De ningún modo. Alcoy no es una ciudad caliente, por mucho que se hayan empeñado en divulgarlo autores de medio pelo, el problema consiste en que sus habitantes (que caminan siempre por el lado peligroso del catalán y el castellano) hacen un amachambrado con la 5ª acepción de la palabra tocar en castellano (avisar haciendo seña o llamada con una campana u otro instrumento) y la 9ª de la catalana (hacer sonar un instrumento musical). Con lo cual crean una nueva acepción que vendría a ser: ‘especie de llamada que se realiza haciendo sonar un instrumento musical en la sintonía del móvil’. O algo parecido. Lo que, en catalán vendría a ser trucar o telefonar o llamar o telefonear (en castellano).
La cual cosa, por cierto, además de las confusiones expuestas, nos evitaría también este último malentendido: ‘Ahir et vaig tocar i no estaves’. Expresión que, además de resultar confusa de narices y de connotaciones esotéricas dignas de un programa especial de ‘Cuarto Milenio’, convierte Alcoi en una especie de triángulo de las Bermudas del idioma y del hecho diferencial hablado y escrito.