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Punto de vista
La semana: sangría demográfica, perogrulladas nacionales y supervivientes de la política
Javier Llopis - 26/12/2014
La semana: sangría demográfica, perogrulladas nacionales y supervivientes de la política
Miguel Valor recibe un homenaje, durante su etapa de concejal en Alcoy, en una impagable foto de Paco Grau

Alcoy se apea de los 60.000 habitantes y sigue acogotado por una sangría demográfica que nadie es capaz de detener. Llega la Navidad y el alcoyano Miguel Valor se convierte en alcalde de la capital de la provincia. El Ayuntamiento entierra de forma definitiva la conexión de la autovía con el Hospital Comarcal.

Duele la estadística
El que la sigue la consigue. Alcoy ha cruzado la barrera psicológica de los 60.000 habitantes y se ha quedado en 59.675 vecinos, volviendo a niveles propios de la década de los sesenta del pasado siglo. A lo largo de los dos últimos años, se han perdido 1.162 empadronados y todos los estudios técnicos indican que la sangría demográfica seguirá en próximos ejercicios. Duelen las estadísticas, pero mucho más doloroso resulta comprobar que no existe ningún discurso político sólido para afrontar esta situación y meterle a la gente algo de esperanza en vena. Descorazonador papelón del alcalde, que recurre a las socorridas comparaciones con otras ciudades para escurrir el bulto en un tema que por lo menos merecería una reflexión seria, hecha desde la sinceridad y el compromiso. Mientras nadie demuestre lo contrario, el descenso demográfico es el primer síntoma del fracaso de una ciudad. Los números cantan…y de qué manera.

Un par de sobornos por la mañana
Sorprendentes reacciones periodísticas al primer discurso navideño de Felipe VI. Casi todos los medios de comunicación destacan como un hecho extraordinario que el nuevo Rey de España haya expresado su deseo de “acabar sin contemplaciones con la corrupción política”. Leyendo estas crónicas laudatorias se llega a la falsa conclusión de que existía una remota posibilidad de que el Rey se declarara ferviente partidario de fomentar la corrupción política, soltando ante los espantados televidentes frases del estilo “un par de sobornos por la mañana y cuatro prevaricaciones a la hora de comer no le hacen mal a nadie. Tipos como Carlos Fabra, Jaume Matas o mi cuñado son un ejemplo para todos los españoles”. Vivimos en un extraño país, en el que unas afirmaciones tópicas obligadas por las circunstancias se convierten en material de sesudos análisis políticos. Vivimos en un extraño país, en el que una perogrullada se valora como un suceso sobrenatural.

El eterno superviviente
La política da extraños giros. Miguel Valor, el eterno superviviente que se mantuvo siempre en un discreto segundo plano, se convierte en el nuevo alcalde de Alicante tras la dimisión de Sonia Castedo. Durante cinco meses, un alcoyano regirá los destinos de la capital de la provincia. Dado el panorama que presenta el PP alicantino, la elección no puede ser mejor: nos hallamos ante un especialista en templar gaitas, ante un hombre con una capacidad de conciliación infinita, que tras una biografía de casi 40 años no ha generado ningún conflicto. Desde su etapa como concejal Deportes en el primer Ayuntamiento democrático de Alcoy hasta la actualidad, Valor ha transitado por la política haciendo amigos en todos los partidos y salvándose milagrosamente de todas las guerras internas del PP. Tiene un arte especial y no lo va a perder ahora, cuando los azares de la política lo han colocado en la parte más visible del escenario.

Renuncias absurdas
El gobierno municipal del PP se dejó meter un inmenso gol renunciando a la posibilidad de que durante la construcción de la variante de Alcoy se habilitara un ramal de acceso al Hospital Comarcal. Fue un ejercicio de irresponsabilidad política, que pagaremos durante décadas. No hay noticias de ninguna gestión en Madrid o Valencia sobre esta estratégica infraestructura; simplemente los ayuntamientos alcoyanos ignoraron el asunto. Después, llegó la versión “minsa” del puente Viaducto-Zona Norte y se supone que con eso vamos servidos. El actual gobierno de izquierdas ratifica el despropósito y deja fuera del PGOU la ansiada conexión de la autovía con el Virgen de los Lirios, que también beneficiaría a la zona del centro. Los gobiernos de esta ciudad aceptan las derrotas sin presentar ni el más mínimo atisbo de batalla.

Pérdidas irreparables
Vicent Soler escribe en el periódico Levante un interesante artículo sobre la desaparición del “segon dia de Nadal”. Recuerda que las celebraciones del 26 de diciembre eran una parte importante del calendario festivo de los valencianos y que poco a poco han ido difuminándose hasta convertirse en una jornada laborable. Mientras tanto, Cataluña mantiene su Sant Esteve y los ingleses su futbolístico Boxing day. El texto ofrece otro dato importante, desconocido para los más jóvenes: la gran cena de Nochebuena es una tradición relativamente reciente en la Comunitat Valenciana, que ha incorporado a su programa navideño una celebración que tenía mucho arraigo en Castilla. En la lejana bruma de la infancia se nos pierde el recuerdo de unas nochebuenas mucho más sencillas y mucho más callejeras, que le dan la razón al autor de este atractivo trabajo periodístico.

Estremecimiento
Es una de las peores sensaciones de este mundo. Este estremecimiento anímico y estomacal se produce puntualmente todos los años durante las tardes del 25 de diciembre. Los excesos de la comida navideña acaban generando un extraño malestar, en el que se combinan el embotamiento, los escalofríos y algo muy parecido a la depresión. Son horas vacías, en las que la gente pasea por la calle con la mirada perdida y con una inmensa pesadez en el cuerpo y en el alma. Me resulta totalmente inexplicable la nueva tradición de salir a cenar en la noche del día de Navidad. Me asombra el ejercicio de resistencia de la gente que es capaz de enfrentarse en un solo día con dos retos gastronómicos y sociales de tanta envergadura.

Navidad imperial
Cualquier espectador que se siente ante un televisor durante estos días navideños acabará haciéndose la terrible pregunta: ¿cuántos millones de películas sobre Papa Noel han rodado los americanos?. El hombre gordo de la barba blanca aparece a todas horas y en todos los canales. Los hay para todos los gustos: misteriosos, cursis, malévolos, con mensaje, sin mensaje y hasta algunos que ejercen de asesinos en serie. En Navidad, los yanquis ejercen de imperio con todas las consecuencias. En nuestras urbanizaciones empiezan a aparecer como setas chalés llenos de lucecitas, exactamente iguales a los de las películas. ¡Jo, jo, jo!.

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