El escritor y periodista Enrique Ballester decía que lo normal en la vida es ser feo, y lo normal en el fútbol es perder. Lo raro, lo extraordinario es ser un Barça o un Madrid que, de tanto ganar, hasta aburren.
El Alcoyano, por lo general, somos normales a excepción de la anterior temporada con Toni Seligrat como entrenador, que entramos en una vorágine de ilusión por un equipo que jugaba bien -todo lo bien que puede jugar un equipo en Segunda B-, que era contundente y compacto y que sacaba resultados. El Collao volvía a animar tímidamente, la gente recuperaba la ilusión de volver a sus asientos como parroquianos cada domingo y el recibimiento en el partido en casa de Playoff fue para aplaudir hasta sangrar. Los aficionados ya no íbamos a ver qué pasaba, acudíamos casi con la certeza de que se sacaría un buen resultado. Volvió hasta el tópico del fortín del Collao, más tópico que realidad, pero volvió.
Las expectativas son un arma de doble filo si no se dirigen y gestionan bien. Y el Collao -el Collao no como ente físico, sino como las gentes que lo habitamos domingo sí, domingo no- nunca ha sabido gestionar las expectativas, la Directiva, me parece que tampoco.
Siempre hemos sido de creernos leones, en la cima de la cadena alimenticia animal, pero al final no crecimos lo que se esperaba, resultó que la melena no se desarrolló y nuestros dientes tampoco como debieran, y un día descubrimos que no éramos un león, sino un gato -con todo el respeto a los gatos-.
Lo peor de ser no ser un león es creerse un león. Al igual que lo peor de ser estúpido es creerse inteligente. Y lo cierto es que tenemos que asumir que nuestro presupuesto no da para mucho y para que un gato destaque en la sabana junto a los leones, tiene que sudar y sufrir un montón. Al menos de eso sí que sabemos, mucho. Y como ejemplo de buen gato, tenemos al mismo Gato. Un jugador que, ante todo, se deja la piel y que, a pesar de su buena calidad, no se cree lo que no puede ser.
Volviendo a las expectativas, pensamos que por fin, ¡por fin!, teníamos a nuestro Simeone particular, Toni Seligrat, un hombre que iba a traer estabilidad deportiva al club, que había funcionado a la maravilla en su primera temporada superando las expectativas a pesar de una plantilla corta y de un presupuesto que nunca ha dado para alegrías, pero este entrenador llamado a ser la piedra angular de nuestro proyecto a medio plazo, decidió irse. Y cuando alguien se va de un sitio en donde han basado últimamente todo el proyecto deportivo a medio plazo sobre él, cuando se ha señalado como el principal valedor de los resultados y cuando se pensaba que no podía hacer nada mejor que quedarse pero en cambio se va, te das cuenta de que tu Torre de Babel no es tan sólida como pensabas y que incluso es menos costoso desmontarla que restaurarla.
Las expectativas, las jodidas expectativas. El Presidente Juan Serrano ni siquiera acompañó a Seligrat en su rueda de prensa de despedida por el cabreo que tenía. Serrano -y en general todos- tenía unas expectativas que se desmoronaron, pero lo cierto es, y me jode mucho decirlo, que cualquier entrenador que contrate el Alcoyano y tenga cierto éxito, siempre tendrá un mejor club al que irse, y como he dicho eso jode, pero es necesario saberlo.
La vida es lo que pasa mientras intentas sustituir a Toni Seligrat. Me imagino que sería el día a día de Serrano y su Directiva en verano. Y la vida, como el fútbol, se volvió una mentira. Pero, joder, nuestra mentira.
No nos engañemos, Seligrat no puso las expectativas, las pusimos nosotros con el beneplácito del club y ante la desazón de tener que deshacerse de un entrenador después de cinco jornadas, lo mejor es asumir que esta temporada no será como la anterior, como también estaría bien que la Directiva admitiese que fichar a Aparicio no ha sido ni fue la mejor decisión.
Ahora toca rebajar expectativas y recordar que no somos lo guapos que queremos, ni lo buenos que creemos, más que nada porque tenemos equipos que nos duplican y triplican el presupuesto, e incluso el Mallorca que multiplica el nuestro por más de veinte.
Los humanos nos guiamos por las expectativas, si no sería un sin vivir estar preguntándonos día a día qué será de nosotros, pero vale la pena rebajarlas y en caso de que el grupo funcione de nuevo, disfrutarlo.
Las segundas oportunidades son una cuestión al orden de nuestro día a día, son vitales para nuestra convivencia, así que démosle a nuestro equipo y confiemos en la proclama zapatista que asegura que si vamos despacio, es porque vamos lejos.