El recuerdo imperecedero.
Fue en el verano del 97 o 98 cuando yo oficialmente conocí al Alcoyano. Fue con un Alcoyano en Tercera y en decadencia. Esa fue la presentación oficial: Mauro, Alcoyano; Alcoyano, Mauro. Fue mi iaio Enrique -Ribelles, como era conocido- el que se encargó de las presentaciones durante la pretemporada y yo quedé encantado. Él era abonado y a mí, que no me gustaba el fútbol, deseaba que me gustara. Eran entonces momentos perfectos para conocerlo de cerca.
La verdad es que los recuerdo como partidos soporíferos en los que yo preguntaba a cada momento si habían marcado porque mis ojos no estaban en el campo, sino que me dedicaba a jugar pasando por debajo de las clásicas barras metálicas de los palcos de tribuna y engancharme como un chimpancé de ellas. Pero, curiosamente, esos primeros partidos plantaron en mí un germen.
No hizo falta mucho más como para adoptar a aquél equipo como mi favorito. Ese mismo año cuando volví al cole en septiembre recuerdo que en la clase de educación física el profesor nos preguntó de qué equipo éramos, no lo dudé: del Alcoyano. Fui el único. Algunos compañeros que habían oficializado su amor por el Barça o el Madrid se unieron al carro: ¡yo también! ¡Ja!, tarde.
Mi iaio Enrique dejó en mí huellas imborrables: el gusto por la escritura en general y la poesía en particular, inquietud investigadora y aquella presentación con el CD Alcoyano en lo que serian los inicios de mi gusto por el fútbol. Él ahora no está, murió hace escasos días, y escribiendo este artículo, sentía la necesidad de hacerle un pequeño homenaje al que fue un mentor de muchas cosas y de entre ellas del Alcoyano.
No sé qué pensaría ahora del club, 20 años después. Pero si en sus momentos malos fue un incondicional, entiendo que ahora también lo sería. Al final, los que no sentimos los equipos de la élite como nuestros, estamos acostumbrados al barro. Y a sufrir, sobre todo a sufrir.
La contra crónica
Des de Toni Seligrat se despidió justo en el momento que más lo queríamos -y necesitábamos-, me atrevería a decir que no había vuelto a disfrutar de un partido en el Collao.
Salió Rubio por un maltrecho Eldin que, hasta la lesión, estaba demostrando buen nivel pero que Rubio se encargó de que lo olvidásemos en pocos minutos enchufando un gol que devolvía ilusión al Collao.
En el fútbol de los mundanos, el del Alcoyano, no existe tiempo para la ternura. ‘No hemos venido a hacer lo decente, hemos venido a cumplir órdenes’, grita el Capitán Miller en Salvar al soldado Ryan interpretado por Tom Hanks. Y a eso se dedicaron los jugadores del Alcoyano contra el Barça B. El juego no llegó a embarrarse, pero sí fue duro y eso a la afición le gusta.
Serios en la presión, duros en todas las líneas, compactos. El guion de Mir se cumplió y la estrella del Barça B, Riqui Puig, pasó de largo tan rápido como las vacaciones de verano.
Vicente Mir demostró pragmatismo, que es lo que funciona con el fútbol que no maneja millones, el de los mortales, el de los que estamos acostumbrados a perder. Eso no quita que el equipo tenga una personalidad propia y que plasme una identidad característica. El equipo fue solidario y los jugadores se atrevieron a ganar. El 3-1 no fue ni justo ni injusto: fue luchado, y eso dice mucho del conjunto que lo jugó.
Los alcoyanistas, que tendemos a adorar a los centrocampistas y que llevábamos tiempo huérfanos de alguno que nos calase, por fin, parece que volvemos a encontrar a un chaval al que admirar: de Lerma. Es de esos jugadores al que el balón le tiene cariño y muestra inteligencia, porque la inteligencia no es otra cosa que la capacidad de adaptarse al medio.
El partido, con los minutos, se volvió un partido serio y de adultos. Los casi 90 cumplidos nos han sentado bien, de momento. Habrá que ver cómo reacciona el equipo cuando tenga que coger la iniciativa y el balón, sobre todo en el Collao en donde, como dijo Ruso, el equipo nos debe una; y yo a mi iaio, todo un mundo de blanco y azul.