Sólo por frases como la que aparece en el titular de esta crónica vale la pena pagar la entrada para ver a Faemino y Cansado. El pasado viernes, en un Teatro Calderón lleno hasta la bandera, los dos cómicos volvieron a demostrar que no son de este mundo, que su humor viene de una galaxia personal e intransferible en la que estos dos personajes han construido una realidad paralela de la que salen de vez en cuando para provocar la carcajada de los espectadores.
Resulta reconfortante ver un teatro abarrotado de gente disfrutando con eso que se ha dado en llamar humor inteligente. En unos tiempos terribles, en los que manda el insulto, la orgullosa estupidez y el exabrupto más ofensivo, se agradece la sutileza de dos humoristas que logran que el público se ría durante dos horas a base de pasar la realidad cotidiana por el filtro del surrealismo. La fórmula eterna de Faemino y Cansado funciona con pasmosa efectividad y se mete al público en el bolsillo desde el minuto uno hasta el final de la actuación.
El título del espectáculo -¡Quien tuvo retuvo!- era una verdad como un templo. Los dos cómicos volvieron a dejar claro que pertenecen a una selecta estirpe de humoristas patrios en la que figuran Miguel Gila, Tip y Coll y el director de cine de José Luis Cuerda. A la chita callando y sin darse pisto, Faemino y Cansado se han hecho un hueco de honor en ese Olimpo de la risa al que sólo tienen acceso los autores más brillantes. Sus peculiares versiones de la condición humana son un refrescante ejercicio de finura en un mundo en el que reina la pretenciosidad más hueca y el desprecio sistemático a la inteligencia del espectador.
Fue como un oasis en medio de un desierto. Viajar a las historias de Faemino y Cansado es una experiencia que se agradece en medio de una realidad que nos aplasta a base de mandarnos estímulos negativos un día sí y el otro también. Sumergirse durante 120 minutos en esos delirantes relatos sin pies ni cabeza es una especie de cura de desintoxicación, que debería administrarse por prescripción médica.
Faemino y Cansado son de otro mundo y hay que darles un enorme valor precisamente por eso: por mantenerse inflexibles en sus principios humorísticos, ajenos a las tentaciones de las modas y de las correcciones políticas.