Estamos en Fiestas. Durante unos días, Alcoy se transfigura y su ordenado mundo se pone patas arriba. Para andar sin riesgos por esta selva hace falta un profundo conocimiento de su flora y de su fauna. Ahí va una pequeña guía de especímenes festeros cuyo conocimiento nos ayudará a salir airosos del trance.
1-Eduardo Manosligeras. Festero rijoso. Pulpo. Por alguna razón inexplicable, este tipo cincuentón, panxudet y algo calvorota está convencido de que al ponerse el traje oficial de su filà se transforma en un irresistible galán con derecho de pernada tocona sobre cualquier mujer que circule (o simplemente respire) por las calles del recorrido oficial y sus aledaños. Las manos de este pájaro corren más que la vista, siempre en busca de las partes más turgentes del cuerpo femenino. Durante la Trilogía hace cosas que en otras épocas del año acabarían con sus huesos en el calabozo municipal y con un juicio por acoso. Sólo tiene una virtud: terminado el Día del Alardo, su violenta pulsión sexual se apaga como la llama de una vela en medio de un huracán. Si tienen alguna duda al respecto, pregúntenle a su apenada mujer.
2-Paquito Llágrimafluixa. Es un festero que se deja llevar por la emoción y se pasa los tres días de fiestas llorando por cualquier motivo. Igual le da que sea el alcalde entregando la batuta al Sant Jordiet que el caballo del cabo batidor dejando su impronta en la calle San Nicolás, todo le parece emotivo, emblemático y entrañable. Cojea desde el año que hizo de cabo d’arrancà en el Partidor. Víctima de uno de esos arrebatos rompió a llorar mientras gritaba ‘açò es massa’ y se postraba en el suelo. Con tan mala fortuna, que la rodilla derecha golpeó en el extremo de uno de los adoquines y se la partió en tres trozos. En el hospital aprovecharon para desobstruirle también el conducto lagrimal, por si pudiera tener relación con tanta emotividad.
3-Encarnita Moltfluixet. Es una señora de edad avanzada eternamente insatisfecha (dicho sea, en el sentido estrictamente festero de la palabra). Por delante de sus narices puede desfilar una capitanía con ocho bandas de música, 600 huríes bailando la danza del vientre, cuatro elefantes y una docena de camellos portando a unos caballeros vestidos con corazas de oro. Al final, su veredicto siempre será el mismo: “enguany el capità ha estat molt fluixet”. Ha convertido el tradicional sentido crítico del público alcoyano en una verdadera patología. Sus amigas, absolutamente hartas de sus mohines de desprecio, le han aconsejado que vaya a ver a un especialista en el centro de salud de la Fábrica.
4-El pequeño tamborilero. Desde que fue caballero del capitán a este subgénero de fester le resulta aburrido y vulgar desfilar en la entrada con capa, casco y lanza en ristre. Es por eso que año tras año se busca la vida para re-colocarse en el séquito con cualquier función distinta a la de maldito. Ya sea arrastrando timbales, tocando la pandereta o arreglando las capas de los integrantes de la escuadra. Es tal la inventiva e iniciativa de estos festeros que ya se han registrado casos que solicitan, por estricto turno de roda, poder conducir los carros en los que se almacena la mierda que los distintos semovientes excretan a lo largo del recorrido. Una pregunta que todo el mundo se hace al ver a este individuo festero es: ¿Por qué pagan un dineral de fulla al año cuando si se hicieran músicos, auxiliares o personal de limpieza del Ayuntamiento podrían sacarse un dinero por realizar la misma función?
5-Alfonsito, el maldito. Pertenece al subgénero de festero antagónico al pequeño tamborilero. Le dan repelús las chilabas, los campanillos y nunca acepta otro papel en la fiesta que no sea el de individuo festero con diseño completo, casco y lanza. Acepta con orgullo su papel anónimo en el desfile en espera que llegue el momento sublime de formar parte de una escuadra. Momento que, dependiendo de la filà a la que pertenezca, de su número de integrantes, de la modalidad establecida de roda, etc. puede oscilar entre los cuatro y cuarenta años. De hecho se han dado casos de malditos que militando en su filà desde la juventud han conseguido antes independizarse de sus padres que hacer una escuadra.
6-El loco de la silla. Suele ser un señor de Villena o del barrio alicantino del Garbinet, que se caracteriza por su exagerado concepto de la territorialidad. Mantiene una complicadísima relación con las sillas de las Entradas, sólo comparable a la que tendría un apasionado de la ópera con un palco de la Scala de Milán. Defiende su localidad con uñas y dientes y es capaz de llegar a las manos con cualquier indeseable que intente sentarse en su sitio, aunque sólo sea para atarse los zapatos. Tiene el culo de hierro y se sospecha que va sondado, porque no se mueve ni para mear. Todos los años se cabrea con los del balcón de encima por enterrarlo en confeti; está convencido de que es algo personal.
7-Laurita, “La Favorita”. Está señora o señorita especialmente emperifollada participa en las fiestas de Moros y Cristianos en un papel principal gracias a la estrecha relación que mantiene con algún cargo festero (esposa, hija, nieta, sobrina, etc). Durante los días previos y posteriores a la celebración en los establecimientos de la ciudad (especialmente los de cosmética y/o restauración estética) se le da tratamiento de primera dama. Por lo que Laurita “La Favorita” vendría a ser la versión alcoyana de la fallera mayor valenciana, eso sí, con la ventaja de no tener que aguantar los achuchones de Rita Barberá.
8-La pija de las fresas. Empieza la Entrada Mora. Tras comer un bocadillo, la gente de las sillas se toma de postre un plátano resudado y blandurrio sacado de una bolsa de Mercadona o un vasito de mantecado medio derretido comprado tras hacer una cola interminable en el bar de la esquina. Desde su atalaya del balcón noble de la calle de San Nicolás, la pija desafía a la chusma comiéndose con delectación un bol de fresas con nata, como si fuera una milady en las gradas de Wimbledon. Las fronteras sociales nunca desaparecen: a la hora de ver las Fiestas también hay ricos y pobres. Ni que decir tiene que los pobres son los del plátano.
9-Juanin Aiquempixe. Es un veterano festero que debido a su antigüedad en la filà y a sus posibles económicos hace todas las escuadras oficiales que le tocan y las especiales que se cruzan en su camino. La hipertrofia prostática benigna, habitual en su provecta edad, y el hecho de que no haya disminuido la ingesta de cerveza y bebidas espirituosas, provoca que se pase gran parte del desfile profiriendo la frase ‘Ai que em pixe damunt’ mientras entrega toda su impedimenta – operación harto complicada- al compañero de escuadra y desaparece entre la multitud buscando un portal donde aliviarse. La popularización del uso de pañales para adultos ha aliviado el via crucis que para este individuo suponía la entrada.
10-El niño de los cojones. Este pequeño terrorista urbano se encarga de amenizar con sus traicioneras explosiones los tres días de la Trilogía. Este niño desprecia olímpicamente las procesiones, las entradas y los demás actos del programa oficial, ya que su único objetivo es amargarles el ciclo georgino a sus convecinos, asustándolos y cortándoles el rollo con su inagotable provisión de petardos. Su pasión por la pólvora sólo es comparable con la descomunal pachorra de sus padres, que contemplan con arrobo y amor sin límites las gracias dinamiteras de su retoño. Hay una lista de espera de cerca quinientas personas que venderían su alma al diablo con tal de darle una colleja bien dada a este enano cabrón y maleducado. La está pidiendo a gritos.
11-Batiste, el percusioniste. Es un prometedor músico de Cela de Núñez, que cursó estudios de percusión en el Conservatorio de Valencia y que durante un tiempo formó parte de la Joven Orquesta de la Comunidad pero que, debido a los recortes, ahora se ve obligado a ir de fiesta en fiesta para ganarse la vida. Es proverbial su cara de resignación mientras toca de oído, los más inverosímiles instrumentos de percusión que los grandes artistas locales tienen a bien incorporar cada año en sus partituras para capitanías y alferecías, tales como: azadas, yunques, martillos, cráneos de avutarda, fósiles de estegosaurio u orinales de porcelana.
12-El tío del gotet. Personaje imprescindible en las noches de “entraetes”. Combina tres elementos que juntos forman una mezcla explosiva: su desmedida afición por los combinados alcohólicos tomados en vaso largo de plástico, su legendaria pesadez y su memoria fotográfica. Merodea por las calles del centro y cuando ha seleccionado una pieza, se lanza sobre ella con la misma fiereza con la que un león de la sabana ataca a una gacela. A partir de ese momento, la víctima ya puede dar por acabada su noche festera. El tío del gotet se le pega como una lapa y convierte la cita festiva en un martirio en el que no faltan los desvaríos de borrachín, las referencias a los recuerdos más vergonzantes de una supuesta infancia común y algún requiebro extemporáneo hacia la legítima esposa del asaltado. Para evitar los ataques de este depredador, conviene salir siempre de casa con un plan de fuga bien ensayado.
13-Jordi l’Estratega. A este individuo, con vocación de servicio a la comunidad pero amante de títulos honoríficos y distinciones, lo que más le interesa de la celebración es su vertiente organizativa. De hecho hay gente que se pregunta ¿por qué en lugar de apuntarse a una filà no se hizo policía municipal o miembro de protección civil? Cuando no recorre San Nicolás arriba y abajo gritando consignas cual sindicalista el Primero de Mayo, se encuentra estacionado en el Cantó del Pinyó con un walkie-talkie pegado a la oreja y gesticulando como si se tratara de un oficial americano intentando aterrizar un avión en el USS Harry Truman. Se les distingue del resto de mortales por una chapa que llevan en la tetilla izquierda, donde los sheriffs la estrella.
14-El matrimonio de Cocentaina. Como están los dos jubilados, acuden cada año puntuales a su cita con las Entradas de Alcoy. Se rascan el bolsillo para pagar las sillas y aguantan las seis horazas de desfile con un único objetivo: buscar fallos, criticar errores y hacer comparaciones despectivas en las que siempre salen ganando los festejos de la Villa Condal. Si llueve, entran en éxtasis y regresan a casa con una sonrisa maligna en los labios. Hay que señalar que esta némesis de la crítica destructiva tiene su reverso tenebroso en otro monstruo que habitualmente arrasa las fiestas contestanas: el matrimonio de Alcoy.
15-Los visitantes del más allá. Entiéndase por más allá cualquier territorio situado fuera de los límites de la Carrasqueta y del Puerto de Albaida en el que no se celebren fiestas de moros y cristianos. El visitante procedente de estos lugares remotos suele ser una presencia incómoda y en ocasiones exasperante. Su ignorancia en torno a los grandes misterios festeros hace que nos castigue con sus continuas preguntas sin respuesta: ¿por qué mueve la cachiporra ese hombre delante de las narices de sus compañeros de filà, es consciente de que puede abrirles el cráneo?, ¿ese señor con chilaba que recoge mierda de caballo y confeti con una escoba y un carrito es el capitán o es el alférez?, ¿por qué aplaude tanto la gente al cabo batidor, si el que hace todo el trabajo es el caballo?, ¿a qué peluquería van los heraldos esos que llevan las melenitas tan raras?, ¿qué pintan unos tipos vestidos de bandolero y con trabuco en una recreación medieval?, ¿por qué corre tanto el jinete de la Estafeta, si al final de la carrera no lo está esperando nadie?. Y así, hasta el infinito.
16-Contigo en la distancia. Fester que bien por guardar luto, bien por tentativa y/o amenaza de divorcio por parte de su pareja o bien por haber tenido algún encontronazo, o morrión pendiente, con la junta directiva este año no sale a fiestas y se va de viaje a Santander. Como cualquier adicto que se precie piensa que la falta de trilogía en vena no producirá ningún efecto en él. Que lo tiene todo controlado. Que cuando quiera lo puede dejar. Pero la verdad es que se pasará los tres días sin saber si ha visitado la playa del Sardinero o la de Copacabana porqué no levantará la vista del móvil rastreando la red, como si fuera un numero de la Guardia Civil perteneciente a la Brigada de Delitos Informáticos, a la busca y captura de cualquier noticia que tenga que ver con la celebración de los moros y cristianos.
17. El tocador de collons. Individuo festero o socio protector que tal y como su nombre indica, se dedica a tocar la zona genital de sus compañeros de filà. Y no el el sentido figurado, molestando, enojando o resultando pesado en general, sino en el sentido literal: echándole mano al escroto del prójimo. Para el tocador de collons se trata de una especie de broma entre camaradas, pero lo cierto es que la acción plantea serias cuestiones sobre las afinidades afectivas del individuo que alguna vez deberán ser analizadas y desveladas oportunamente. Aunque el tocador de collons puede actuar en cualquier lugar, los lavabos en el momento previo a iniciar la micción son su territorio favorito.
18-El guardián de las esencias. Mitad monje mitad soldado. El guardián de las esencias se tira toda la Trilogía controlando el cumplimiento de las sacrosantas tradiciones festeras. Es un pájaro de mal agüero, que convierte el disfrute de la fiesta mayor de su pueblo en un ejercicio de tortura para él y para sus semejantes. Pide la expulsión para aquellos festeros que van por la calle con un vaso de cubata, considera una ofensa “els soparets” y exige la inmediata prohibición de esta nefasto ejemplo de anarquía, se pone enfermo cuando ve un escuadrero con gafas, es partidario de la inmediata supresión de Contrabandistas y Maseros al entender que su anacronismo es un pecado imperdonable, ha pedido tres veces en el juzgado el procesamiento y la prisión preventiva para las socias de Fonèvol, se cabrea como un mono cuando ve que sus compañeros de filà van por calle con sombreritos de colores en la cabeza, se niega en redondo a beber mentira al considerar que es un brebaje poco alcoyano y ha llegado a la conclusión de que todos los concejales de la actual corporación arderán eternamente en el infierno por permitir que el día 23 de abril fuera laborable. Un cenizo sin paliativos.
Quina barbaritat d’anàlisi. UN DEU mereixeu els dos. Però us ha faltat el tio que, al cantó de l’Avenida, bramava com un posseït el dia dels músics:
«Ala que me voy, cocos de la huerta de Alcoy»
quan encara nos ‘havia començat la festa…
Fotre, quin repertori! I tots són reals! Les descripcions són genials, no sé quina és millor. Felicitats.