La Fira de Tots Sants es un espectáculo de multitudes, una potente cita social en la que se manejan cifras con muchos ceros, estadísticas sobre cientos de miles de visitantes y sobre millones de euros en volumen de negocio. Pero al margen de todo este despliegue de datos que confirman año tras año el éxito de este certamen, la Fira le ofrece al visitante un completo paisaje humano, un mosaico de personas y de rostros, que son los verdaderos protagonistas de este encuentro. Paco Grau nos ofrece una completa galería de los retratos de la gente que estos días llena las calles de Cocentaina.
Por unos días, la Villa Condal se transforma en un gigantesco escenario por el que desfilan miles y miles de personas. Feriantes y turistas se entremezclan en un gran mosaico, que nos sorprende a cada paso con una imagen de impacto o con un momento irrepetible. Las callejas medievales y las plazas de Cocentaina son el decorado perfecto para este gran espectáculo humano. Pasear por la Fira es siempre una experiencia irrepetible en la que la tradición comparte espacio con la sorpresa y la novedad.
El centenario certamen contestano ha logrado el milagro de combinar el espectacular crecimiento vivido en las últimas décadas con la conservación de sus señas de identidad. La Fira se ha convertido en uno de los principales acontecimientos turísticos y económicos de la Comunitat Valenciana y por ese camino del éxito no se ha dejado ni un gramo de autenticidad. Estamos ante una verdadera proeza, que sólo está reservada a piezas de la cultura popular de gran solidez; a elementos del patrimonio colectivo perfectamente engarzados con una sociedad.
Rostros de todo el mundo se reúnen en torno a esta tradición de siglos. Las caras sorprendidas del turista, la ilusión de los niños o el cansancio de un feriante tras varios días en su puesto forman un universo particular e inimitable. Miles de historias personales se cruzan en el entramado de una ciudad, Cocentaina, que durante unos días abre todas sus puertas al forastero. Miles de historias personales forman esos ríos de gente, que durante unos días de otoño transforma la tranquilidad de la Villa Condal en un inimitable espectáculo de multitudes. Paco Grau nos lo cuenta con sus fotografías.